La inflación, para distintos sectores de la comunidad, se presenta como un fantasma que acosa y muerde el presupuesto familiar y convierte en cenizas los mejores proyectos. En realidad, es el desequilibrio económico que se produce en un esquema en el que se incentiva el consumo sin que se generen las condiciones de productividad que asegure una respuesta a la demanda de bienes y servicios. En relación a este planteo, lo que debe ser prioritario hoy en los hogares argentinos es la imaginación para la supervivencia evitando todo gasto superfluo y redistribuyendo los ingresos en una economía ajustada, lo que hace que la gente afronte una existencia complicada en un ámbito que debería ofrecer mejores condiciones.

La inestabilidad es otro de los flagelos que configura una situación crítica y que no rebela los índices de desempleo y desocupación. En este marco el hombre teme perder su trabajo pleno o en blanco, ya que también pierde los beneficios sociales, las vacaciones pagas y la aseguradora de riesgo laboral. Es un hecho que las altas tasas inflacionarias también repercuten en la inestabilidad, y sobre todo restringe las posibilidades de disminuir la desocupación y evitar el trabajo en negro.

Esta inestabilidad en los costos es la raíz de todo mal porque aleja a los inversores y marca en el imaginario colectivo un panorama incierto y desolador que algunos se niegan a ver y otros agrandan.

Entre otras de las dificultades que afronta la sociedad, figura algunos acosos que aunque no son tan visibles influyen en la sensación colectiva. Esta existe y es una realidad cotidiana con la que tenemos que aprender a vivir. Para manejarla hay que poseer la astucia necesaria, estar alertas sin estados paranoicos que subleven el espíritu, con una mirada inteligente sobre nuestros hijos y los bienes.

No sólo se vive en un estado de inseguridad física, sino también material. No solo existe el hurto, el robo, el arrebato descarado, sino la estafa planificada en los cajeros automáticos u obteniendo por teléfono nuestro código bancario (CBU) o compras exóticas por Internet de productos sin ningún nombre y prestigio.

Este panorama no debe hacer de nuestras vidas un imposible. Reflexionar sobre estos temas preocupantes tiene que significar siempre un camino de solución para nuestros propios conflictos.