El vocero presidencial y secretario de Comunicación Pública sorprendió el martes último al anunciar que a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, se le había detectado un cáncer de tiroides y deberá ser intervenida quirúrgicamente el 4 de enero próximo en el Hospital Austral. Lo hará el doctor Pedro Saco, eximio y reconocido profesional, jefe del Departamento de Cirugía del Hospital Austral y jefe del Servicio de Cabeza y Cuello del Instituto de Oncología, Dr Angel H. Roffo, de la Universidad de Buenos Aires.

Llama la atención que numerosos presidentes latinoamericanos estén sufriendo o hayan padecido patologías cancerosas. A la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff se le diagnosticó en 2009 un cáncer en el sistema linfático, cuando presentó su candidatura presidencial para reemplazar a Lula da Silva. Después de un tratamiento, ese mismo año los médicos la consideraron curada. En agosto de 2010 se le diagnosticó a Fernando Lugo, presidente de Paraguay un linfoma no agresivo, y tras seis sesiones de quimioterapia los médicos lo estiman curado. Hugo Chávez admitió que en junio de este año había sido operado de un cáncer en Cuba, sin precisar qué tipo de cáncer padece ni dónde estaba alojado. El ex presidente brasileño, Lula da Silva reveló, a fines de octubre pasado, que se le había diagnosticado un cáncer de laringe. Alvaro Uribe, quien fuera presidente de Colombia, sufrió una afección precancerosa, llamada queratosis actínica, que es una afección de la piel.

Si a esta secuencia se añade ahora el caso de Cristina Kirchner, la estadística resulta inquietante. Un chequeo tiroideo no es propio de una rutina de control, lo cual indica que los médicos, algo deben haber percibido para adoptar esa decisión e investigar la posibilidad de una afección de este tipo. Esto muestra la pericia médica y el profesionalismo de quienes asisten a la jefa de Estado, ya que se encontró la patología en un momento oportuno: el carcinoma papilar está localizado, no se ha extendido a los ganglios y no tiene metástasis, lo cual augura un pronóstico positivo. Como han señalado algunos analistas sobre las enfermedades de los presidentes argentinos, existe una fuerte asociación entre poder y el desgaste personal que produce una actividad tan intensiva. De todas maneras en una dolencia tan imprevisible, estas especulaciones no tienen otro asidero, que el de cualquiera que pueda estar expuesto a una situación similar.

Es de augurar, por el bien de la Presidenta y de la Nación misma, que la operación resulte exitosa, tenga una pronta recuperación y pueda reintegrarse sana, al ejercicio de gobierno que el pueblo ha depositado en ella.