Cuando falleció este hombre singular, uno pensó que se venía una catarata de homenajes póstumos, merecidos por cierto. Él construyó una catedral de grandes canciones e interpretaciones excluyentes, que nos enorgullecen ante el mundo. Su muerte fueron varias y largas muertes en una, porque se desdoblaron en una extensa agonía donde se fue desdibujando su estampa de fuego y águila, para dar lugar a la sombra inerte de otra víctima del cigarrillo.

Pero esa espada que terminó con su vida, parece, dejó en el estanque de un nuevo misterio la historia esclarecida de este cantor y compositor que hizo de su existencia un recatado espacio de privacidad; porque a partir de esa silueta extraña que es el fin de la vida, nada más ocurrió, nada de importancia; un silencio casi absoluto desmoronó las expectativas que podía tenerse a partir de la pública muerte de alguien como Sandro, acerca de quien se hubiera esperado, luego de su partida, un previsible homenaje en todos los medios, mediante la reproducción de su enorme repertorio. No fue así. Un silencio que se palpa y grita sacude las radios y la televisión casi de forma absoluta. ¿Qué ha pasado? No me animo a verter juicio.

La muerte es una condena absurda para unos (Borges la considera la peor humillación del ser humano); para otros, la liberación, el encuentro con la verdadera vida. Para los artistas un poético "irse de gira". A la par de todas estas visiones, la muerte es un camino sobreentendido, aceptado, inevitable y cierto, que debe ser dignificado con el trasfondo de una vida meritoria, para llenarla de gracia. Roberto Sánchez hizo todo lo necesario para eso, pero un misterioso silencio muy parecido a una nueva muerte se encarga de colocar en un suspenso duro y frontal, en un cono de sombras, los arcoíris de su "viaje de gira", los responsos y los tributos pocas veces tan merecidos. Posiblemente, el tema corresponda ser dilucidado por la psicología social, pero en la simple conciencia de la gente debe haber un interrogante punzante que los coloca ante la perplejidad del misterio. La crónica viva del gran artista seguramente no ha de sucumbir ante los injustos olvidos, esas sinrazones que muchas veces se encargan de exhibir los medios. Ese día tendrá que llegar.