En la parte oriental. Una instalación dañada por ataques a refinerías de petróleo de la planta de procesamiento Abqaiq, en la parte oriental de Arabia Saudí.

El ataque con drones -por parte de la etnia yemení de los hutíes- que se produjo días atrás al yacimiento de Khurais y a la refinería adjunta de Abqaiq, en la parte oriental de Arabia Saudí, expone el alto grado de división que existe en el Islam. De hecho, la agresión a la que se vio expuesta el régimen de Riad debe ser contextualizada en el marco de una guerra intrarreligiosa y dimensiona las diferencias políticas y económicas que existen dentro de esta cultura.

El mundo islámico está dividido en dos grandes vertientes. La mayoritaria sunita, con cerca del 80% del total de los musulmanes y que tiene en Arabia Saudita a uno de sus países más importantes ya que en él nació el islam y se encuentran las ciudades sagradas de La Meca y Medina, y una minoría chiita, con casi el 20% restante, que reconoce en Irán a su máximo exponente político.

Ambas tendencias religiosas dirimen sus diferencias en distintos escenarios de conflicto, como lo son Siria, donde se produce una guerra civil que ya lleva ocho años, y Yemen, donde la última guerra civil acumula más de un lustro. Un poco imitando lo que fue la "Guerra Fría", donde Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaban en escenarios secundarios y nunca directamente.

Esta vez la atención está puesta en Yemen. Un Estado que se encuentra al sur de Arabia Saudí, en el extremo oeste de la península arábiga, habitado mayormente en su parte occidental y donde un mosaico de facciones ejercen poderes territoriales. La parte noroccidental es el territorio hutí por excelencia, donde este grupo étnico, chiita y cercano a Irán, controla la capital del país Saná, y puede llegar a movilizar, en todo concepto, unos 100.000 hombres para sostener el conflicto en que está envuelto.

El sur sunita, mientras tanto, que controla la importante ciudad portuaria de Adén, es liderado por el presidente Al-Hadi, cuyo gobierno es reconocido por las Naciones Unidas y sostenido política, económica y militarmente por Riad, con algún apoyo de Estados Unidos (EEUU), Francia y Gran Bretaña, aunque existen espacios controlados por Al-Qaeda y otros que han proclamado su secesión.

Esta división, que se remonta a la época de la Guerra Fría, donde por entonces el norte era el cercano a Occidente y el sur era un régimen comunista enemigo de estadounidenses y saudíes, tiene en los hutíes a un actor consolidado, que pasaron en diez años de manejar fusiles Kalashnikov a usar artillería, tanques, drones y misiles antiaéreos, antitanques y tierra-tierra.

En el marco de esta guerra civil yemení, que ha arrojado como hechos salientes los bombardeos aéreos de la aviación saudí contra los hutíes, las incursiones de éstos en territorio saudí, los intentos árabes por invadirlos y el reciente asesinato del hermano de Abdulmalik al-Huti, líder del movimiento hutí "Ansarolá" por elementos prosaudíes, es que hay que entender el conflicto.

El sorpresivo éxito obtenido por esta milicia yemení ha dejado en evidencia la incapacidad del poder militar saudí, que más allá de ser el tercer país con el mayor presupuesto militar global, solo superado por los Estados Unidos y China, y que realiza millonarias compras del armamento occidental más moderno, vuelve a mostrar sus históricas deficiencias para operarlos, no siendo capaz de dar una respuesta digna al ataque de un enjambre de drones hutíes fabricados por Irán, que valen pocos miles de dólares comparado con el daño que han ocasionado.

La ofensiva contra el complejo, integrado por la refinería y los campos petrolíferos adyacentes, demostró varias cosas: que la etnia hutí ha desarrollado nuevas capacidades operativas, que está mejor armada y bien asesorada por Irán -que sería quien le proveyó los aviones no tripulados Qasef K-2-, y que probablemente tenga una potencia regional que haya financiado este crecimiento, quizá la petromonarquía de Qatar, fuertemente distanciada de Riad.

¿Pero, sorprende lo ocurrido?. No tanto. La capacidad operativa hutí ya quedó demostrada al rechazar distintas operaciones saudíes en su territorio, por haber lanzado un misil táctico contra Riad que fue derribado por las defensas antiaéreas saudíes, y porque venían anunciando, desde abril de 2018, que iban a dar una respuesta contundente a la agresividad saudí.

Si bien Riad (capital de Arabia Saudí) y Washington se empeñan en denunciar al régimen de Teherán por proporcionar alguna tecnología bélica a los rebeldes, por ejemplo la que permitió el desarrollo local del misil balístico Burqan 2H, no se lo puede acusar de financiarlos, en parte porque la teocracia iraní se encuentra atravesando una crisis económica, pero también porque debe afrontar los costos de su participación en la guerra contra el Estado Islámico en Siria y porque sufre una sanción internacional aplicada por Estados Unidos que le impide comercializar su petróleo.

Este intento de sacar a Irán del juego, debilitándolo económicamente mediante sanciones, busca también afectar a su principal socio: China. Tanto es así que Beijing, que no está dispuesto a enfurecer aún más a Washington, "trafica" el petróleo iraní mediante distintas operaciones. Algunas veces los barcos petroleros persas sacan el crudo y lo transbordan en alta mar a los súper tanques chinos, y en otras los petroleros chinos, cuando van a cargar crudo a los puertos iraníes, apagan los localizadores satelitales, llamados traspondedores, para evitar ser ubicados.

En el marco de esta situación compleja no parece ser que Irán esté detrás del ataque, en parte porque los persas han mostrado limitaciones para manejar a los hutíes, que no manifiestan docilidad política, y porque si bien el ataque ha significado un golpe a la industria petrolera saudí, al afectar a la mitad del petróleo que le vende al mundo -el 12% del total-, el bombardeo, de alto impacto por la espectacularidad de su forma, no es tan importante y sólo ha sacado de servicio por poco tiempo, según informó la empresa nacional Aramco, a la refinería de Abqaiq.

¿Todo lo ocurrido favorece a Vaca Muerta?. La inestabilidad de Medio Oriente siempre favorece a los escenarios que ofrezcan un nivel de conflictividad menor, como puede ser Vaca Muerta; pero con un panorama político argentino estable, como el previo a las "PASO". Hoy, con un precio "político" del petróleo y las naftas en nuestro país, los capitales en Vaca Muerta operan con una rentabilidad baja, sobre todo considerando que el crudo patagónico es más caro de obtener que el saudí, por lo que se diluye la "ventaja" del escenario argentino.

Mientras tanto, en Medio Oriente la tensión no hace más que progresar. La constante agresividad contra los superpetroleros, la disputa geopolítica entre Irán y Arabia Saudita por el futuro gasoducto que alimentará a Europa, la balcanización de Siria, Yemen e Iraq, la aparición del extremismo suní expresado en el Estado Islámico y Al Qaeda, la fuerte presencia de Teherán en el escenario regional -con aliados como Hezbollah y Ansarolá-, la presión estadounidense contra el régimen de los Ayatolas, la fuerte presencia rusa en Siria, los ataques de Israel a posiciones sirias y sus permanentes choques con los palestinos, y la aparición de China comprando crudo iraní muestran un teatro no sólo peligroso, sino también impredecible.