Si la educación no encuentra el rumbo a través de sus propios "educadores” las consecuencias que resulten eliminaran la piedra fundamental de sus principios y valores que la sustentan, pues sin un seguimiento y guía constante la autoridad de la palabra y el ejemplo se perderán.

Hoy como nunca nuestra sociedad está cubierta de expectativas temporales. Satisfacer la necesidad del momento parece en nuestro mundo lo más urgente, y procurar una formación sólida de la persona una ideal difícil de lograr.

Ningún esfuerzo es suficiente en materia educativa ya que la constante dirección y orientación con un seguimiento permanente son los únicos presupuestos que garantizan la superación de la persona.

Constituye un verdadero desafío erigirse en educador, ya sea padre o madre, maestro o profesor, ciudadano o gobernante. En todos los ámbitos se requiere de modelos ejemplares solícitos a actuar, prestos a cumplir, preparados para enfrentar cada situación que nos toca vivir.

Los sucesos de los últimos siglos, aluden a una educación envuelta en fracturas políticas y sociales, resultado de la generación de los nuevos estados, pues, las ideas que pugnan por imperar proponen un marco original que se "’copia” sin atender las problemáticas propias de cada pueblo y cultura. No obstante ello la llegada de grandes pedagogos encauzó la educación hacia nobles principios donde el respeto por la razón, el conocimiento y la ley se constituyeron en lo más sagrado para la persona del ciudadano. Posteriormente tales principios se tradujeron en propuestas concretas que dieron origen al sistema educativo formal y no formal. Restó tan solo la incorporación de educadores que procuraran formalizar un perfil óptimo y humanista en sus aprendices, niños o adultos, esclavos u hombres libres, trabajadores o profesionales, súbditos o gobernantes.

La educación por el oficio y artesanal, contribuiría a la formación práctica de talleres, al igual que la música, la educación física y la formación ciudadana, agregadas estas a las enseñanzas de las ciencias básicas y la lengua. Así se desplegaba la educación en los siglos XIX y XX. Las bases para los estudios superiores ya estaban dadas, entonces las Universidades contarían no sólo con cursos de ingreso preparatorio sino con una escuela primaria y secundaria estructurada.

Sin embargo y a pesar de los grandes esfuerzos por reafirmar una educación social, pública y sólida en nuestro país, quien tuvo como precursor a Domingo Faustino Sarmiento, paulatinamente y hacia nuestro tiempo, se fue declinando en la praxis formativa, la expresión del lenguaje, la redacción y composición, la lectura y narración como así también en la comprensión de los escritos y su análisis, bases estas, de la interpretación y creatividad para el desarrollo del pensamiento. Nos encontramos aquí con modelos alternativos o formalizados, donde la tecnología que contribuye "’el avance”, detiene por ejemplo, la escritura de puño y letra y su relación con el aprendizaje motriz y elaboración articulada entre las producciones de la mente y el carácter instrumental del cuerpo. Se sustituye también el encuentro mismo entre las personas, el contacto directo con sus gestos y rasgos característicos, por la imagen de video.

A estas problemáticas diversas se le agregan las de relaciones humanas familiares, aquellas entre padres y docentes, alumnos y profesores y jóvenes entre sí, donde los desencuentros, conflictos, falta de respeto y agresiones se suceden una y otra vez. Se cuestiona la autoridad de sus desempeños y la del conocimiento, por la apreciación burda y desestima hacia el educador. Nos preguntamos, ¿Quién protege la educación?

Ensayemos alguna soluciones: Práctica de escritura y redacción constante. Lectura obligatoria de diarios o periódicos en los colegios. Incrementar diálogos en familia. Reconocimiento de la autoridad del maestro o profesor y respeto a su persona. Honra a la ley y lo sagrado como así también el tributo a los símbolos patrios. Cuidar la naturaleza, los animales y las plantas. Atender la higiene y presentación personal. Promover los encuentros entre personas sin abuso de medios técnicos. Resguardar la moral y buenas costumbres de los pueblos.