Que la escuela media está en crisis no es una noticia nueva, incluso ya puede haber cierto acostumbramiento a esa situación y tal vez resignación. Hay cifras emanadas del Ministerio de Educación de la Nación, alrededor de 400.000 adolescentes han desertado de la escuela en el país, a eso se suma unos 270.000 repetidores. El ministro de Educación señala como uno de los obstáculos que provoca ese abandono, las rigideces del secundario.

Además se cree que la calidad educativa desciende, lo que se manifiesta en evaluaciones periódicas. No parece que los cambios efectuados hayan solucionado el problema, tal vez ni siquiera se ha descubierto su causa. Si el diagnóstico no es claro, las medidas que se tomen también pueden no serlo, a modo de ejemplo, qué se entiende por "rigideces del secundario". Antes se entendió la escuela media como una preparación para el estudio en el nivel superior, después sin abandonar ese objetivo, se pensó en modalidades que preparen para una salida laboral. En el primer caso se piensa en la adquisición de capacidades y conocimientos para abordar estudios universitarios, en el segundo se contempla una temprana inserción laboral.

En ambos casos se corre el riesgo de dejar de lado la formación del joven como persona, eso en una actualidad saturada de confusiones, desorientación y sin visión de futuro.

Esa situación puede llevar a postular la necesidad de cambios profundos, pero para eso hay que saber qué es lo que se quiere cambiar, qué no funcionó bien de acuerdo a los resultados esperados y qué objetivos se persiguen ahora. En pocos años, desde 1993 con la Ley 24.195, al 2006 con la Ley 26.206, se intentó cambiar el sistema educativo. Sin embargo ya se ve nuevamente incertidumbre. Las reformas no pueden limitarse a reproducir marcos o esbozos teóricos porque estén de moda o hayan aparecido recientemente.

Las preguntas de fondo bien formuladas ya ayudarían a ver el problema y a pensar soluciones, qué significa preparar para el ingreso a estudios superiores, por qué en muchos casos no se adquieren las capacidades mínimas y en algún caso llegan a la graduación universitaria un 20 por ciento de ingresantes; de qué manera se puede plantear la salida laboral en la escuela media, por ejemplo sin que eso impida la continuidad en los estudios y qué significa una formación como persona, sin la cual la escuela se está desconectando de la vida del estudiante.

En un tiempo convulsionado eso puede llevar a una ardua discusión y se puede sentir la tentación de abandonar esa fundamental misión de la educación, sin aportar una visión de futuro y quedándose en una búsqueda de soluciones fáciles a problemas inmediatos, sin referencia no solo a la realización como ser humano, también sin proyecto de país en el que el estudiante se vea incluido. No es una noticia novedosa que estamos en una época favorable al cambio, a veces por el cambio mismo, sin tener a donde ir. En un barco sin timón y sin velas, nadie quiere ser náufrago, pero tampoco permanecer en el barco, le queda duda o incoherencia.

Otro aspecto importante es el avance de la tecnología. Ya se habla de la posibilidad de transhumanización por el abuso de aparatos que pueden crear dependencia, cambiando las formas de pensar y actuar, sin respetar la condición humana. Las nuevas propuestas educativas no pueden ignorar los efectos de esos avances científicos en la mente humana, analizando los posibles riesgos y beneficios.