Los acelerados cambios en nuestra sociedad y el advenimiento y desarrollo de las nuevas tecnologías que se suceden continuamente, han puesto de manifiesto la enorme gravitación que sobre toda la sociedad y las instituciones tienen la enseñanza y el aprendizaje. Si bien hay una tendencia a valorar al docente como artífice del desarrollo formativo del niño y del joven, son las instituciones y ministerios del área de nuestro sistema educativo los responsables directos de los criterios y resoluciones que se emiten, al momento de instaurar las políticas educativas o cambios pedagógicos para ponderar el estado de los recursos humanos en los términos de mejora de la calidad educativa y de sus profesionales a su cargo.
Tanto los administradores de la educación como la actividad que se deriva de ellos, tienen más de cien años, desde que Sarmiento agregara a las primeras maestras para profesionalizar el campo de la educación hecho que no sólo se vincula a la tarea docente sino también a la identidad que entre ellos iban logrando con el perfil adecuado para marcar, definir y juzgar los rumbos en la educación, los profesores. Aquellos docentes que insertos el sistema educativo contarían con el título docente y egresarían de los profesorados con la especialidad pedagógica en una ciencia determinada.
Una manifiesta inquietud se advierte hoy en los pasillos de las escuelas primarias, secundarias y en la misma Universidad, que no solo se relaciona con el carácter pedagógico, sino también administrativo de la gestión educativa. La actividad directiva y de supervisión que reconoce en sí, el mismo ejercicio docente, se vincula con una cadena de problemáticas que ponen de manifiesto que la gestión educativa, necesita en forma inmediata de profesionales especializados en pedagogía y no de profesiones independientes o de otras ciencias auxiliares de la educación para poder desarrollarse. De esta forma se traduce el reconocimiento de la labor específicamente pedagógica de quienes son profesores especializados en didáctica y metodología de la enseñanza para una eficaz orientación educativa.
Resulta absolutamente incomprensible en la actualidad, que algún país o modelo de sociedad, pueda prescindir en la gestión educativa de profesores y pedagogos titulados. Esta objetiva realidad, pone en una situación compleja y contradictoria a nuestro propio sistema educativo que cambió la Ley Federal por una Ley Nacional de Educación desde distintas visiones e intereses supuestamente pedagógicos, e intentaron infructuosamente desde las "Ciencias de la Educación" desterrar a la Ciencia Pedagogía en la administración de la educación, otorgando además valoraciones de título docente a un sinnúmero de profesionales que nada tienen que ver con lo estrictamente pedagógico, provenientes de distintas profesiones colegiadas en muchos casos, sabiéndose que los docentes profesores no tienen una actividad colegiada sino de dependencia y que sin embargo son considerados como "trabajadores de la educación" o "parte componente de la administración pública" y no como profesionales de la educación.
En este momento nadie puede ocultar que en nuestra propia Universidad Nacional de San Juan, se haya eliminado el Profesorado en Pedagogía y Filosofía atendiendo supuestamente a cuestiones epistemológicas, y que al ciudadano común éstos artífices de la inventiva que dicen llamarse pedagogos le hayan hecho creer que la Pedagogía no es una Ciencia, sino que hay Ciencias de la Educación, con el solo objetivo de insertar a cuanto profesional titulado pueda incursionar en las cátedras pedagógicas y poder tener un sueldo "digno", porque es trabajador pero que verdaderamente, no es idóneo en Enseñanza, y menos aún cuenta con el título de profesor.
Recordemos a nuestra sociedad sanjuanina que en nuestra Universidad Nacional existen los profesorados universitarios. Y que nada tienen que ver con los recientemente creados también en el ámbito universitario, los "profesorados en docencia universitaria", con dos años académicos, para el resto de los profesionales que quieran dedicarse a la docencia.
No obstante recordamos también que existe una Ética del Profesor y que no puede parangonarse a una figura de cuasi profesor, generada por la misma comunidad universitaria. Por lo tanto para ser profesor se necesitan cinco años académicos de simultaneidad en formación pedagógica y disciplinar.
En una seguda nota ampliarermos estos conceptos.
(*) Pedagogo.