La educación contemporánea se enfrenta ante el desafío de portar una doble condición, ser inclusiva y de calidad. Estamos muy lejos de estos deseos. El derecho a la educación implica, acordar y diseñar estrategias para promover el ingreso, permanencia y egreso de una institución educativa. De esta manera, la palabra inclusión se traduce en reconocimiento y la creación de las bases de un horizonte común que ofrezca más y mejores oportunidades de aprendizaje. Nuestro escenario en este tema es alarmante con un 32% bajo la línea de pobreza, lo que hace que haya muchos menores de 15 años que son indigentes y que no tienen ni siquiera para comer. Aquí toma vigencia las palabras de Nélson Mandela cuando afirmó que "El arma más importante para combatir la pobreza es la educación''.


Argentina es uno de los países más ricos del mundo, con una densidad de población muy baja. Está en el puesto 31 del ranking de la densidad mundial entre 196 estados que componen la tabla poblacional mundial. Los resultados de la pobreza, ponen en escena la delicada situación en la que se encuentran los niños en este país. La situación es dramática cuando se piensa y evalúa qué significa crecer en la pobreza. Es una decisión crítica asistir a clase o contribuir a la estrategia de supervivencia familiar que les permita comer y atravesar un día más. Así la pobreza se retroalimenta.


Cabe señalar que la condición social y económica, los medios de transporte, alimentación, desempleo y salud son las principales causantes del ausentismo y abandono escolar. La nutrición adecuada y la educación deberían constituirse definitivamente en una Política de Estado. El valor agregado de cualquier individuo, en este mundo competitivo y globalizado, es sin duda, la educación. Pero antes será necesario entender, que es fundamental, preservar el cerebro que se siente afectado por la malnutrición.


"En Argentina, un país que produce alimentos para 400 millones de personas, que haya un solo desnutrido es algo inmoral'' (Facundo Manes, neurocientífico argentino). La desnutrición produce atrofia cerebral. Pero no sólo la alimentación, sino la pobreza y la falta de estímulo afectivo tienen consecuencias e impacto en el cerebro. La escuela que educa en pobreza, en general, cuenta con pocos recursos y se transforma en un espacio de contención social.


Sabemos que un chico con un padre sin primaria terminada, tiene 22 veces más probabilidad de ser pobre, que un alumno que reside en un lugar con alto nivel educativo. También UNICEF señala en un informe que para "aprender debe tener el cerebro sano, y por eso, es fundamental la buena nutrición con las cuatro comidas diarias. Hoy hay familias con escasamente una comida diaria.


Es fundamental el cuidado del cerebro desde el embarazo y los tres primeros años de vida. La desnutrición, es una consecuencia de la pobreza.


La UNESCO, en uno de sus informes establece tres elementos para definir una educación de inclusión : respeto a los derechos, equidad en el acceso, los procesos y los resultados y pertenencia de la educación, es decir aquella que tiene como centro el alumno.


Se piensa que una de las líneas políticas son los comedores escolares, pero San Juan no recibe este beneficio desde la Nación desde 2016, asumiéndolo la provincia.


En Argentina, como sociedad, tenemos que cuidar los cerebros de la ciudadanía. A nivel sociedad, tenemos que invertir en los cerebros y las mentes de la gente para que puedan desenvolverse y competir. "Si no, no vamos a poder competir en un mundo basado en las ideas, en el conocimiento y en la producción de recursos'' (Facundo Manes).



Por Yolanda Quiroga

Especialista en Educación.