Las furiosas protestas durante 18 días continuos, finalmente derrocaron al presidente egipcio Hosni Mubarak, después de 30 años en el poder, enviando una señal de alerta a los líderes autoritarios del mundo árabe y de otros países con regímenes similares.

Tras los cambios democráticos de Europa del Sur, América latina, Europa central y oriental, y partes importantes de Asia y África, el mundo árabe permaneció bajo el control de monarquías autoritarias o repúblicas dictatoriales que, con el tiempo intentaban prolongarse con sucesiones hereditarias. La Siria de Hafez Assad fue pionera en esa deriva hacia repúblicas hereditarias, pero la rebelión ciudadana que ha inaugurado 2011 impedirá, afortunadamente, que los hijos de Ben Alí, Mubarak y Gadafi tengan el mismo destino.

La revolución tecnológica, especialmente en los medios de comunicación, ha permitido en los últimos 20 años un acceso cada vez más fácil de los ciudadanos árabes a la realidad que el aparato propagandístico de sus tiranos les ocultaba. Primero, la televisión satelital con Al Yazira, e Internet y la telefonía celular después, reforzados por las redes sociales en los últimos años, abrieron una grieta en sus sistemas políticos y aceleraron su pérdida de legitimidad.

Tras la destitución de dictadores, la evolución en Túnez, en Egipto y en otros países de la región que, probablemente seguirán su ejemplo, dependerá, sobre todo, de la posición que adopte el Ejército, la institución legal menos desgastada; de la moderación o radicalización en la respuesta de los movimientos islamistas, perseguidos o marginados en toda la región; y del apoyo internacional que reciban.

Los Estados Unidos y la Unión Europea (UE), que durante más de 30 años han apoyado a los dictadores árabes a cambio de su ayuda frente al comunismo en la Guerra Fría y frente al islamismo violento después, sólo ahora empiezan a despertar de su letargo e hipocresía, indecisos aún entre la defensa de sus intereses económicos y estratégicos, que no quieren perder, y la coherencia con su retórica a favor de la democracia y de los derechos humanos. Por mucho que se resista, asistimos al principio del fin de otra dictadura.

La transición, tanto en Egipto como en Túnez, será difícil, pero de los Estados Unidos y sus obras jurídicas legadas a la posteridad rescatamos en esta oportunidad las vinculadas con el Derecho Constitucional, particularmente, la opinión vertida respecto de las características que debía tener la Administración de Justicia de nuestro país. La UE deberá cambiar radicalmente su política de apoyo al "statu quo" y apostar decididamente por el cambio, si no quieren perder el escaso prestigio que aún les queda en el mundo árabe.