El mal de Chagas, la enfermedad endémica del Norte argentino que se ha extendido en todo el país, en el resto del continente y avanza como enemigo oculto y letal en el mundo, en algunas naciones parecería no inquietar a las autoridades sanitarias a pesar de mantenerse en un estado de alerta con recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el control.

Los efectos de la globalización, con desplazamientos permanentes de personas, ha llevado a esta enfermedad a situarse en lugares donde no existe el agente transmisor, la vinchuca, el que ha sido reemplazado por transfusiones de sangre sin controles, en embarazos -transmisión de madre a hijo-, e incluso en trasplantes, según se ha comprobado en España, uno de los países que registra en Europa un significativo avance de pacientes. El hecho de que el contagio no se revele de inmediato con sintomatología puntual, hace que el parásito se aloje en el organismo y crezca en órganos vitales hasta dañarlos irreversiblemente si no media un tratamiento específico.

En nuestro país se estima que alrededor de 1.600.000 personas viven con el mal de Chagas, la parasitosis que causa el mayor número de muertes en América y si bien un 99% de los enfermos aún carece de tratamiento, el aspecto positivo es el aumento en un 173% de la demanda de medicamentos, de acuerdo al informe presentado por la Coalición Global de Chagas en oportunidad de conmemorarse el viernes último el Día Nacional por una Argentina sin Chagas.

La lucha por el control vectorial ha conseguido buenos resultados, incluso llegando a interrumpir la transmisión en algunas zonas, como en la provincia de Tucumán, y si bien hay un buen control en bancos de sangre, frenar la transmisión durante el embarazo continúa siendo un desafío. Además de garantizar el diagnóstico de las personas en riesgo y el acceso al tratamiento, investigación y desarrollo de nuevas herramientas diagnósticas y medicamentos y contar con datos actualizados y precisos de prevalencia, resulta fundamental mejorar las condiciones de vida.

En ese sentido en San Juan se ha dado un paso trascendente con la erradicación de villas de emergencia, asegurando adecuadas condiciones sanitarias y, en particular, controlar la proliferación de la vinchuca. Pero lo importante es no bajar los brazos en esta lucha, ya que a pesar de las recomendaciones de la OMS al ritmo actual se tardarán 300 años en llegar a eliminar la enfermedad.