El mundo estaba en tinieblas pero llegó una luz de vida. La proximidad de Navidad inspira sentimientos nobles aun fuera del ámbito religioso. Se dispone la casa para recibir algo distinto. Para el cristiano es ubicarse en el centro de la historia humana. El "Dios que viene'' en expresión del Papa en la homilía de Adviento, trae una alegría y una esperanza renovada. Hace 2.000 años dividió la historia en dos con su aparición en el tiempo humano, pero hoy sigue viniendo, lo que significa la celebración de la Navidad tiene que ver con eso; la Palabra eterna que era en el principio, vino a buscar al hombre.

Dios se muestra como el Dios que viene, habitó entre nosotros hace 20 siglos en forma visible humanamente, pero se manifestó como el Dios que llama. Si podemos manifestar esto al que no tiene la fe pero busca al Ser Eterno, hacemos más fácil la búsqueda; a Dios se lo puede ver como viniendo constantemente, busca al hombre, quien tiene un corazón sincero puede encontrarlo; el que ya tiene la fe puede ayudar a ese encuentro, vemos a Dios en su venida, pero la celebración de la Navidad es una oportunidad propicia para mostrar ese carácter de Dios, viene, se hace hombre, está entre nosotros.

Belén es un hecho histórico, se actualiza en la celebración de Navidad, es una ocasión propicia para crear un clima favorable al encuentro con el Salvador, también para que la propia vivencia de la fe se trasmita al que busca la dimensión trascendente. El hecho histórico ocurrió en el tiempo, pero trasciende el tiempo, una luz vino desde más allá y trajo un mensaje de salvación.

La salvación llega, está llegando, si se está preparado se puede salir al encuentro; viene desde más allá, hay que salir de sí mismo. El hombre de la post modernidad, encerrado en sí mismo, puede tener dificultad, con la confianza exagerada en la razón; puede ser peor si con alguna doctrina esotérica se encerró más en sí mismo. Dios viene desde más allá, desde la trascendencia. Es cierto que podemos encontrar en nuestro interior señales que nos acerquen al encuentro con la trascendencia, Agustín después de buscar en la creación a Dios, buscó en el interior y encontró en la memoria verdades, desde ahí llegó a la Verdad eterna que está más allá, pero que desde más allá viene a rescatar al hombre.

Adviento prepara para esperar la llegada del niño de Belén, la expectativa es un signo de la vida cristiana; además en este tiempo de Adviento la liturgia también prepara para fortalecer la espera de la segunda venida de Cristo en la plenitud de los tiempos. El niño que nació en Belén, antes de partir de este mundo al Padre eterno anunció su segunda venida. Eso le da a la vida cristiana carácter de expectativa. La existencia humana se ve como un tránsito hacia su consumación en la gloria del Padre. En el transcurso de la vida cristiana se debe actuar de acuerdo a la gracia recibida en el bautismo y demás sacramentos, de modo que la existencia se oriente a su consumación en el encuentro definitivo con Cristo, en su segunda venida.

Estamos cerca de la Nochebuena, cuando se actualiza el misterio del nacimiento de Jesús, la estrella de Belén trae buenas noticias; pero anuncia la llegada de la luz en las tinieblas del mundo, la luz brilla pero hay que aceptarla. Parece un signo que el nacimiento del Salvador se anuncie con una estrella que brilla en la noche, la luz que trae Jesús brilla en las tinieblas del mundo. Es fácil verla pero hay que dejar las tinieblas para recibirla. Esa luz trae la paz, pero hay que tener buena voluntad para aceptarla. La luz brilla, no se puede ocultar, pero en la luz hay un llamado al que hay que responder.

Jesús trae la paz del cielo, ante esa luz celestial, quien no la acepta se hunde más en el abismo de la soledad; la luz brilla en una noche especial, su brillo se prolonga en el tiempo humano para quien quiere verla.