Por el Dr. Mario A. Luna y Fabián A. Nuñez
Expresidente y exasesor del Concejo Deliberante de Jáchal, respectivamente.
Resulta cuanto menos falto de justificación necesaria y suficiente la doble interpretación que hace el FMI de lo que se denominó en los países desarrollados como flexibilización cuantitativa. Esta herramienta de macroeconomía, responde a un postulado práctico del gobierno económico en los países desarrollados, quienes, para épocas de crisis, en vez de reducir el gasto fiscal y presupuestario, lo amplían en forma cuantiosa.
El mismo FMI y la propia Christine Lagarde, han sido contradictorios en su interpretación, porque lo han aprobado para los países de economías desarrolladas y desaprobado para los países subdesarrollados. La vara con un diferente parámetro de recomendaciones consiste en que para los países desarrollados se avala lo que se denomina como flexibilización cuantitativa, lo que significa emitir deuda estatal para inyectarla en la economía, a través de los bancos, y de, ese modo, paliar la crisis, con la administración de un antídoto de reanimación en base al agregado de más valores monetarios. Sin embargo, esto, que es el usual libreto que han empleado todas las economías desarrolladas, no es indicado por el FMI para con los países denominados subdesarrollados. A todo esto, hay un análisis muy interesante hecho por algunos especialistas del FMI que es una lástima que no sea aprovechado en su potencial de apreciar con mayor precisión las posibles formas de tratar los remedios para las salidas las caídas de las economías. En ese estudio en que trabajaron lo especialistas Blanchard y Perotti (2002), se indica que en términos cuantitativos una disminución del gasto fiscal en 1 peso provoca en dos años una disminución del PIB de 1,80 pesos. Sin embargo el FMI al más alto nivel gerencial, no se afirma en esta fórmula, sino, que se guío por otro resultado tomando las mismas variables, y expone que la baja de un peso del gasto público a dos años reduce el PBI en solo 50 centavos. Lamentablemente el caso de Grecia confirmó que la reducción por cada peso es mayor el impacto que se registra en el PBI al cabo de dos años. Partiendo del cálculo de Blanchard y Perotti, que indica que por cada 1 peso en reducción del gasto fiscal se tendrá 1,80 pesos menos en términos de PBI, al cabo de un periodo relativamente corto como es la vida económica de un país a dos años, se concluye que es demasiado significativo el efecto reductivo o expansivo, según sea el caso. Para argentina la hipótesis y la realidad es la reducción del PBI por la reducción de gasto fiscal ya que ya se está ejecutando en una ostensible proporción a la baja del gasto para el 2019. Una reducción del gasto fiscal de 300.000 millones en argentina, comprimiría en 540.000 millones el PBI a dos años. Una disminución del volumen real en el PBI, sería imposible de reemplazarlo por aplicación de algún instrumento supletorio al rol del gasto fiscal, por ejemplo, por una inyección de inversión privada pura. Entendemos que se debería pensar más en detalle el impacto del menor gasto fiscal en el PBI, porque de lo contrario, si se lo echa a correr, una vez generado el efecto sería imposible de controlarlo en su efecto nocivo posterior. Correspondería indagar más en detalle la fórmula del multiplicador del gasto público, porque si se subestima su impacto, esa falla práctica curativa contra la crisis, abriría un hueco que frenaría gravemente la reproducción de la dinámica de la actividad económica.
–ILUSTRACIÓN–