PRIMERA NOTA
La intención de Inglaterra de salirse gradualmente de la Unión Europea (Brexit), la elección de Donald Trump como presidente de los EEUU, y la potencial presidencia de Le Jean Marie Le Pain en Francia son fenómenos que nos estarían indicando que vamos camino a un nuevo orden mundial.
Para entender esta situación nos debemos retrotraer en la historia a mediados del siglo pasado, sobre fines de la década del "40, una vez finalizada la segunda gran guerra, los principales líderes mundiales de la post-guerra consensuaron un orden mundial basado en la conformación de organismos Supranacionales (ONU-FMI), cuya intención era facilitar el desarrollo y evolución de las destruidas economías mundiales a través de la conformación de grandes bloques y mercados comunes.
Esta decisión fomentó una fuerte proceso de integración, globalización y libre comercio que se vió reflejado en el crecimiento exponencial de las operaciones internacionales, la ayuda hacia países menos desarrollados para facilitar su integración y el irrestricto movimiento de mercaderías, personas y servicios a través de las fronteras.
La caída del muro de Berlín con la consecuencia de la instauración del capitalismo como único sistema a nivel mundial, profundizó y agilizó el proceso de globalización, facilitado en lo operativo por el incesante avance de las comunicaciones y logística en el marco de la "era de la informática".
Ahora bien, en vista del crecimiento exponencial de las operaciones internacionales y del supuesto beneficio que trajo la conformación de grandes mercados globales, ¿cuáles son los motivos por los cuales las dos máximas potencias de nuestra historia reciente, Inglaterra y EEUU están atentando contra la profundización de este proceso?
La respuesta dista de ser sencilla, y como muchos actos humanos puede carecer de lógica y sentido común; pero sin duda que los países teóricamente más beneficiados desde lo económico por el Orden Mundial actual están siendo perjudicados y sufriendo en carne propia los perjuicios de la globalización.
La iniquidad en la distribución de la riqueza y la disparidad económica en el desarrollo mundial de los países, les está llegando en términos de oleadas inmigratorias, atentados e inundación de productos importados.
El fantasma de la globalización está afectando a las sociedades de los países más poderosos; el norteamericano blanco de Detroit, empleado en la otrora fuerte industria automotriz que votó a Trump y la empleada textil de Yorkshire Inglaterra que se pronunció a favor del Brexit, comparten el mismo sentimiento de frustración ante los magros salarios, la desocupación y la falta de un futuro promisorio. Este es el ámbito ideal para el despertar de sentimientos xenófobos y proteccionistas, que son aprovechados por los oportunistas de turno que, a partir de la interpretación y decodificación del malestar social llegan al poder.
La perspectiva de instalación de un nuevo Orden Mundial debe ser considerada y puesta en la agenda mundial. La utopía de un mundo globalizado y equitativo parece estar llegando a su fin. La experiencia ha demostrado que las diferencias en productividad laboral de un país, su nivel de educación y organización; producen crecimientos anómalos de las sociedades, creando formas de imperialismo y control económico que terminan en procesos migratorios hacia los países más desarrollados. Los fenómenos de Grecia y España en el marco de la Comunidad Europea son quizás la cara más visible de estos desequilibrios, en nuestra realidad criolla los dichos del senador Pichetto hacia la inmigración boliviana y peruana en nuestro país, apuntan en el mismo sentido.