Las pinturas históricas muestran al General José de San Martín en la alta montaña de la Cordillera de los Andes encabezando el Ejército Libertador.

Este es un año especial porque este 17 de agosto se cumple un aniversario más del paso a la inmortalidad del General José Francisco de San Martín y no es nada más ni menos que los 170 años de fallecimiento del libertador de Argentina, Chile y Perú. También considerado como el Padre de la Patria en la Historia Argentina por sus hazañas y logros como militar. La idea de este escrito es recordar, rescatar y homenajear a un San Martín estudioso de la montaña tanto en la teoría (leer las campañas militares de Aníbal Barca, general cartaginés que luchó contra los romanos en el siglo III AC, que cruzó el cordón montañoso de los Pirineos y posteriormente los Alpes para llegar a la misma ciudad de Roma, llevando en su hazaña elefantes como máquinas de guerra, algo muy difícil de realizar por todo lo que esto significa). Así como en la práctica con salidas a la montaña cuando estaba organizando y preparando el ejército de los Andes para emprender la Campaña Libertadora.


Los primeros contactos del prócer con la montaña no fue con la cordillera de los Andes, si no que fue cuando José de San Martín con 14 años y como integrante del segundo batallón del Regimiento de Murcia, emprendió en septiembre de 1792 el largo camino de Málaga a Zaragoza. Debía recorrer a caballo casi 840 km, con el frío del otoño para incorporarse al Ejército de Aragón donde prestaría servicios por los siguientes ocho meses. Fue entonces cuando tuvo su primera experiencia con la geografía y el clima de montaña, que nunca olvidaría y le sería útil en su más célebre hazaña.


Su unidad estuvo acantonada en la frontera de los Altos Pirineos con una treintena de picos que superan los 3.000 metros sobre el nivel del mar, en los valles de Arán y de Tena, en la provincia aragonesa de Huesca. Allí vio cómo los hombres y las bestias podían morir congelados, y aprendió a sentir un frío que su cuerpo correntino nunca había experimentado.


A su corta edad vivió y aprendió cómo las situaciones extremas desenmascaran a la gente. Su lado militar estaba atento a todo, a lo que había que hacer y a lo que no se podía hacer, porque de ese error no se volvía. Podría decirse que el General San Martín fue el primer montañés de América antes que otros, ya que el Gran Capitán estudió palmo a palmo la complicada orografía del macizo andino, analizó todos los senderos que pudiera del sistema cordillerano y reconoció los valles, portezuelos y boquetes por donde iría su ejército bien disciplinado. Algunas fuentes históricas dicen que aproximadamente 6.300 mulas y 1.100 caballos quedan en el camino como tributo al gran esfuerzo. También cabe destacar que siendo Gobernador Intendente de Cuyo, paralelamente debió dedicarse de lleno a la organización y logística de su gran hazaña. En octubre de 1814 estuvo en la estancia de Uspallata. Allí estuvo San Martín apostado unos días cuando recibió a los exiliados chilenos que perdieron en la batalla de Rancagua, entre ellos O'Higgins.


Uno de los datos quizás curioso es que a la altura del túnel Cristo Redentor (provincia de Mendoza), se encuentran otros de los puntos en donde estuvo San Martín que son desconocidos por la mayoría. Se trata de las casuchas reales, una serie de refugios construidos en 1774, pensados para aquellos que cruzaban hacia Chile.


San Martín atravesó cuatro cordones montañosos por sendas de hasta cincuenta centímetros de huellas y cruzó por pasos de más de 4.500 metros de altura. Y los efectivos totales fueron unos 5.300 hombres, 9.200 mulas 1.600 caballos. Su gran ingenio montañés no tuvo limites, ya que también fue el creador por lo menos en América del Sur de distintos cuerpos de la artillería de montaña.


 

Por: Martín Andrés Carelli
Profesor de Historia, docente de la UNSJ, miembro de la Junta de Estudios Históricos de San Juan, montañista