Es imperioso de cara al futuro inmediato de la Argentina y en pos de ir previendo el mediano y largo plazo, diseñar una organización macroeconómica en función del objetivo de la generación de divisas y su ahorro ulterior para poder asumir con solvencia los compromisos de pago a partir de 2023. Estar en el mundo es formar parte del elenco de los sujetos elegibles por el sistema financiero internacional como clientes de potenciales créditos soberanos. En la historia de los hechos económicos Argentina, desde el tiempo del préstamo de la Baring Brothers en la década de 1820-1824, el rol de sujeto del sistema internacional financiero, constituye más que una iniciativa razonada una necesidad desesperante y constante de tener un gravoso flotador de su realidad económica. Algo que, si se quiere, es bastante lógico de que suceda a juzgar por la condición de país capitalista rezagado y dependiente que tiene Argentina, en el marco del conjunto mundial del desarrollo bajo el signo de ese modo de producción y consumo. Ese rol de tomador de empréstitos llevó a la Argentina a que cíclicamente, al poco de andar el curso de la vida contractual de la deuda, recayera en un papel de morosidad e incumplimiento que le trajo el padecimiento de la renegociación cada vez más onerosa y costosa de las cláusulas de la deuda originaria. Ello lleva a muchos analistas técnicos y foros del pensamiento público a caracterizar a la mencionada situación financiera de Argentina, como de deudora crónica si se tiene en vista que es un mal que la aqueja desde los albores genéticos e históricos de la organización nacional.

"Hay que persuadir a los actores de la economía, que la etapa que se viene es de laboriosidad y de ahorro, para sostener el ciclo del PBI y para honrar los compromisos de deuda que se han asumido".

En la circunstancia actual y mirando el perfil del ciclo 2020-2023, intervalo de tiempo previo al pago de la deuda reconvenida, se impone que sobrevendrá una perspectiva de realidad inaplazable que entrará en vigencia como compromiso internacional una vez que el arreglo de deuda supere los tramos técnicos en EEUU. Dicha perspectiva de realidad y a la vez meta urgente comprendida en el trayecto 2020-2023, reside en que el país debe acelerar la producción de divisas en vista a ahorrar para afrontar como deudor responsable y cumplidor los pagos consecuentes que se han asumido en el frente externo. Ahora bien, hay que indagar a su vez ¿cómo debería ser el mecanismo macroeconómico que Argentina debería diseñar para que se cumplan las condiciones de equilibrio entre crecimiento económico y pago de la deuda? Distinguen los técnicos un tema muy importante que se describe como relación positiva que debe darse entre el superávit primario con el ahorro de equilibrio, en tanto y en cuanto esa relación es condición necesaria para alcanzar la sostenibilidad de los servicios de la deuda. En otro términos, el superávit primario del PBI no debe ser menor que el ahorro de equilibrio requerido para estabilizar la deuda, es decir, para pagar los vencimientos. Esa relación positiva que debe haber entre excedente y ahorro de equilibrio determinará, a la postre, si hay consistencia fiscal, o, en su defecto, una política fiscal insostenible. Lo fiscal en números debe quedar por arriba del compromiso de deuda, porque de no ser así el stock de deuda progresará continuamente. El ahorro de equilibrio hay que sacarlo del crecimiento del PBI, entonces, debe ser lo suficientemente dilatado como para solventar dos cosas, una, la deuda, y la otra, la reinversión para invertir en la reproducción ampliada del ciclo económico del PBI.


En definitiva, con el acuerdo de deuda, se conquistó tiempo para transcribir un ascenso económico cooperador de la mano del trabajo y la responsabilidad social para sacar el país de la crisis crónica de deuda y de las nuevas secuelas depresivas que trajo la pandemia que se padece actualmente.