Para juzgar imparcialmente y en su justa medida hechos que acontecieron hace 198 años y no caer en corrientes historiográficas que podrían desvirtuar lo ocurrido, es necesario conocer en profundidad no solamente la situación imperante en el lugar en que se realizaron, sino también en el exterior. Es decir, trasladarnos a través del tiempo a esos años y no traer dichos acontecimientos a nuestros días. De esta manera y en este caso particular, comprenderemos en toda su magnitud este 9 de julio que hoy nos convoca.

Remontarse a aquella fecha no es una tarea sencilla. Transcurrieron casi dos siglos desde esa histórica gesta. Introducirse en esa fecha exige el esfuerzo no tan sólo de ubicarse en aquella época, sino que requiere además pensar de la misma manera de aquellos hombres que hicieron grande a nuestra patria. Porque si en el año 1810 nació bajo el principio rector de nuestros próceres de constituir la Nación, 6 años después las circunstancias de la política siempre dinámica habían cambiado sustancialmente. En Europa la situación política imperante había sufrido modificaciones que hicieron variar los acontecimientos durante los primeros meses de 1814. Con la vuelta de Fernando VII al trono de España y la abdicación de Napoleón, se desvanecían los sueños fundados en la renovación de las instituciones políticas, por obra del imperio liberal que alentaban muchos de nuestros patriotas, y desaparecería también la causa confesada de la revolución americana, combinación de lealtad a la corona y la resistencia a seguir la suerte de la península. Por otra parte,en el país, la renuncia de Alvear, arrastró la disolución de la Asamblea del año 13, que es liquidada formalmente por el Cabildo de Buenos Aires el 15 de abril de 1815. Así las cosas, las Provincias Unidas quedan sin gobierno: la Asamblea fue disuelta y el director renuncia. Por ese motivo, el Cabildo de Buenos Aires reasume la autoridad soberana que esgrimía desde 1810. Con estos antecedentes inmediatamente en el tiempo, el Congreso de Tucumán debía iniciar sus sesiones en los momentos más críticos y amenazadores para la suerte de los revolucionarios americanos. Los principales focos rebeldes desde México hacia el Sur, iban cayendo en forma sucesiva bajo la presión de las armas realistas. También la presencia de los españoles en Chile constituía un peligro cada vez mayor para las autoridades de las Naciones Unidas, mientras que en Europa el eclipse de Napoleón, permitía que España centrara toda su atención en las colonias americanas. También en el orden interno era manifiesto el distanciamiento de algunas provincias, de las autoridades de Buenos Aires. Digamos que en aquel momento las Provincias Unidas transitaban un oscuro panorama, potenciado por la paralización del comercio con el Norte y con Chile, los continuos asaltos y robos, y las pesadas contribuciones que en general sufría el interior, que mostraba una difícil situación económica. Con todo este clima, el 24 de mayo de 1816 el célebre Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, declara la independencia de las Provincias Unidas de Sur América. El 9 de julio de 1816 se presenta como primer asunto, el de la Libertad e Independencia, moción que resulta aprobada. Hay que tener en cuenta que esta declaración otorgaba estado legal a una situación de hechos ya existente y que respondía al generalizado anhelo de los pueblos. Ello muestra también el cambio de espíritu provocado por la restauración española en el énfasis con que se habla en América y los americanos, por oposición de los europeos. De esta manera la guerra iniciada como una simple discordia civil, se transforma en una lucha continentalmente americana. Nadie podrá negar hoy que la influencia del Congreso de Tucumán fue fundamental para establecer un nuevo concepto en materia de libertad e independencia que nos permitiría desprendernos en forma paulatina de la dominación española, y daría paso hacia la formación de una identidad particular no tan sólo en el continente sino en nuestro propio país. También debe reconocerse sin espacio para la duda, que el Congreso de Tucumán significó en aquel momento, la aproximación hacia una de las primeras nociones acerca del federalismo, un tema que resultaría fundamental para todas las provincias, a partir de ese momento e incluso algunos años después y que lamentablemente en nuestro país desandaría una historia que estuvo signada por grandes enfrentamientos y desencuentros. El 9 de julio de 1816, consecuencia de la Revolución de Mayo, fue americana en su trascendencia y humana en sus fines. Proclamó e hizo efectivos los derechos de la libertad política, intelectual y comercial, y afianzó los principios de la igualdad ante la Ley entre los hombres. También hoy, a 198 años de aquel hito en la historia Nacional, necesitamos que los hombres y mujeres de nuestro país día a día con su esfuerzo cotidiano, mantengan siempre en alto los preceptos de aquellos preclaros varones reunidos en el Congreso de Tucumán.

(*) Escritor.