Todo indica que esa propuesta se debatirá en una cumbre de países sudamericanos y árabes, el 16 de febrero en Lima, Perú. Según los organizadores, asistirán nueve presidentes latinoamericanos -incluyendo a la nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff- y 11 jefes de Estado árabes.
En Sudamérica no hay consenso absoluto sobre reconocer un estado palestino, o sobre cómo hacerlo. Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador lo han reconocido con las fronteras anteriores a la guerra de 1967, en la que Israel ocupó -o recuperó, según la posición que uno apoye- Jerusalén oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza. Venezuela es un apasionado defensor de la causa palestina, y Uruguay anunció que muy pronto lo reconocerá. Chile tomó cierta distancia de Brasil, al no mencionar las fronteras anteriores a 1967; Perú aún no se decide y Colombia afirma que no lo reconocerá tras un acuerdo de paz.
Walid Muaqqat, embajador palestino en Argentina, me dijo que en Lima "se va a solicitar sacar una declaración de reconocer al Estado palestino soberano e independiente sobre la frontera anterior al 4 de junio de 1967, incluyendo Jerusalén oriental como capital”. Eso es lo que disponen las resoluciones de las Naciones Unidas que exigen que Israel se retire de los territorios ocupados, agregó. Pero Israel y Estados Unidos dicen que el reconocimiento sudamericano de un estado palestino dentro de las fronteras anteriores a 1967 es un obstáculo, ya que la ONU exige una solución negociada. Peor aun, la actual ofensiva de Sudamérica alejará aun más a los palestinos de la mesa de negociaciones, según los israelíes.
El diplomático de Israel, Yigal Palmor, me dijo que un reconocimiento sudamericano sobre la declaración de Brasil sería "contraproducente. En este momento, los palestinos se niegan a volver a la mesa de negociaciones. Un reconocimiento de ese tipo los alentaría a no reanudar ningún tipo de negociación”.
Sería mejor adoptar una postura equilibrada. Si los países sudamericanos están decididos a zambullirse en el pantano de la política de Medio Oriente -con riesgo de aumentar las tensiones entre sus comunidades judías y palestinas-, tendría que ser ecuánime. Está bien apoyar el nacimiento de un Estado palestino -debería crearse, y pronto- y presionar al gobierno de línea dura de Israel para que congele los asentamientos de colonos y se retire de varias áreas en disputa. Pero al mismo tiempo habría que presionar a los palestinos para que reconozcan el derecho de Israel a existir como Estado judío, y para que abandonen su exigencia del ingreso de más de 3 millones de descendientes de refugiados palestinos, lo que implicaría el aniquilamiento de Israel por la vía demográfica. Una postura regional presionando tanto a israelíes como a palestinos a llegar a un acuerdo de paz sería mucho más constructiva.