Indudablemente, esto es un arte, pues como en toda obra de vida: hay existencias que nos gustan y otras que, en absoluto, nos agradan. Quizás tengamos que ir depurándonos, y condenar sin reservas, como en su momento fue aprobado por Naciones Unidas, todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el origen étnico o las creencias religiosas. 


Precisamente, este año el tema de las actividades de conmemoración y educación del Holocausto en 2017, el 27 de enero, aniversario de la liberación de los campos de exterminio nazis, insta a los Estados miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las generaciones venideras a recapacitar sobre hechos que jamás debieron ocurrir. 


Hoy más que nunca requeremos tomar el tiempo necesario para hacer silencio, y volver sobre nuestros pasos, y sobre el camino de nuestros predecesores. A veces hay que pararse, tomar aliento, respirar profundo y recordar. Pero deseamos retener, prestar vigilancia a los acontecimientos, a los de ayer y a los de hoy, con la única finalidad de que el ser humano deje de ser un lobo para sí mismo y se humanice. 


El hecho de que la educación sobre el Holocausto tenga una dimensión universal, estoy convencido de que puede servirnos como una plataforma para construir el respeto a los derechos humanos, aumentar la tolerancia y defender nuestra humanidad común. Cuidado con los extremismos. Ya sabemos de sus maldades. Las traemos a nuestra memoria, pero no con deseo de venganza o como un incentivo al odio sino como un estímulo de cambio de actitudes. 


Hay que tener en cuenta la advertencia que nos legaron las víctimas del Holocausto y el testimonio, siempre cruel, de los supervivientes de las infinitas contiendas. Cada guerra que propiciamos, ya deberíamos saberlo, es una destrucción del alma, un fracaso de toda la humanidad, que vuelve necio al vencedor y vengador al vencido. Nuestras historias como especie pensante han de darnos la luz precisa para hermanarnos. 


Por eso, en un momento en el que faltan liderazgos sólidos que aprovechan los oportunistas, conocidos como antisistemas, para lanzar mensajes verdaderamente preocupantes aprovechando el miedo de la gente a un futuro incierto, deberíamos cuando menos aguzar el oído. En otro tiempo, los nazis utilizaron la propaganda para ganar un amplio apoyo electoral en la joven democracia de Alemania. De ahí, lo transcendente que es analizar y buscar la verdad en todo. 


No sé lo que nos viene sucediendo, pero todos los problemas, que por otra parte siempre los hemos tenido, deben solventarse con la plática, conversando mucho y bien. Sirva como testimonio, la manera que tiene el papa Francisco de tender puentes; de mediar, sin cobrar peaje alguno, poniéndose al servicio de las partes en conflicto. 
 

La recordación del Holocausto para nunca olvidar.