El dinero que mueven los casinos y locales de juegos de azar en Argentina supera cuatro veces al presupuesto nacional destinado a educación. Mientras tanto, la pobreza y el nivel de formación de niños y jóvenes argentinos, desciende aceleradamente.

En nuestro país, el desembarco de las primeras empresas que incursionaron con los juegos "on line" tuvo lugar hace cuatro años atrás. Dada la condición virtual y dinámica de Internet, no hay datos concluyentes sobre la cantidad de sitios web de juego que operan, aunque la cifra oscila entre 30 y 300, según diversas fuentes, todos de dudosa legalidad. A esta oferta local se suma la posibilidad de acceder a los sitios internacionales de casinos virtuales. La moda, el marketing publicitario y la tentación de ganar dinero fácil, le dan impulso a esta novedad comercial, pero también se lo dan el más sombrío costado de la privacidad y el anonimato que garantiza la Red, donde pueden esconderse tanto la participación de menores y los riesgos de la ludopatía.

La convergencia entre los juegos de azar y la tecnología, con todas sus particularidades y riesgos, apunta a las jóvenes generaciones. A pesar de que es una industria que mueve miles de millones en el mundo, y que en 2009, el volumen de juego "on line" superó los 12.000 millones de euros a nivel global, en nuestro medio no es del todo vertiginoso. El dinero que maneja la industria del juego real no es para nada menor. Fuentes del mercado estiman que en 2008, generó en la Argentina ingresos por 3400 millones de dólares.

La falta de una ley específica es lo que por ahora frena las apuestas sobre le mundo virtual de algunos de los principales actores de la industria del juego real. En nuestro país, la potestad del juego pertenece a cada provincia. Paralelamente, la ley 25.295 concentra en la Lotería Nacional la facultad de comercializar apuestas deportivas a nivel federal. Pero esta distribución de atribuciones es inaplicable en el mundo virtual. Es que cada casino, bingo o lotería paga impuestos en la jurisdicción a la que pertenece y en donde se realizan las apuestas. Pero Internet no tiene fronteras.

Ya sea vivida como profesión, entretenimiento o compulsión, la experiencia del juego "on line", motorizada por una industria millonaria, se expande en el país librada a su suerte, mientras que los legisladores siguen sin actuar.