Desde 1968, el papa Pablo VI instituyó la celebración de "’El Día de la Paz” en todo el mundo al primer día del año civil. Su propósito era que, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo. En esta ocasión Francisco ha dado su Mensaje cuyo lema es "’La fraternidad, fundamento y camino para la paz”.

Es que en el interior de cada persona se alberga un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que no debemos encontrar enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer. Pero esto se aprende, señala el pontífice, en el seno de la familia que es la fuente de toda fraternidad. Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la "’globalización de la indiferencia”, poco a poco nos va acostumbrando al sufrimiento del otro. Y el Papa pone de relieve un drama que atenta a la paz y que siempre denunció en Buenos Aires: la trata de personas, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos.

También las guerras, hechas de enfrentamientos armados atentan contra la paz. Renunciar a las vías de las armas para ir al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir la justicia, la confianza y la esperanza, es indispensable para mantener el equilibrio en el mundo. Éste no puede olvidar que gracias a la intervención de Francisco, Estados Unidos y algunos de sus aliados frenaron la intención de atacar a Siria. A esas guerras se suman otras menos visibles, pero no menos crueles, y son las que se combaten en el campo económico y financiero con métodos destructivos de vidas, de familias y de empresas.

Fiel a su estilo, el Papa subraya que la fraternidad es la premisa para vencer la pobreza, viviendo estilos de vida sobrios y esenciales, pensando que son muchos los marginados por la pobreza y la indigencia. Por último, la fraternidad también ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza, administrándola responsablemente, abandonando la soberbia del dominar, manipular y explotar sin ética. Es que la creación es un don gratuito que hay que cuidar, pensando también en las generaciones futuras. Otra vez más, el Obispo de Roma invita al mundo a pensar que con la fraternidad todo se gana y que con el odio fratricida todos pierden.