El primer día de cada año se celebra la Jornada Mundial de la Paz. El lema para 2011 es "La libertad religiosa camino para la paz". El mensaje de Benedicto XVI es un texto importante, comenzando desde la afirmación en la cual señala que "los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones por motivos de la propia fe".

Esta es una realidad que todos perciben, pero que nadie dice en voz alta: una denuncia clara y comprometedora frente a ciertos hechos que se presentan en el mundo de manera irrefutable. Desde ahora será más difícil disimular esta realidad, o fingir que cada episodio de persecución contra los cristianos es un caso aislado, privado de consecuencias en la realidad y sobre la vida de las diversas comunidades esparcidas en el mundo. Por esto es que, el mensaje del Papa marca un cambio de fase histórica, sobre el que es necesario analizar el significado, sin negar la gravedad de muchas situaciones.

Como afirma Benedicto XVI, "la libertad religiosa es la condición para la búsqueda de la verdad y la verdad no se impone con la violencia sino con la fuerza de la verdad misma\'\'. Haciendo coincidir libertad con búsqueda de la verdad, el Papa permite comprender con claridad que la libertad religiosa no tiene nada que ver con el relativismo, el cual niega la existencia de la verdad. La condena hacia todo tipo de instrumentalización de la religión es rotunda e involucra al mismo tiempo a los fanatismos religiosos y el laicismo exasperado: "La misma determinación con la cual son condenadas todas las formas de fanatismo y de fundamentalismo religioso debe animar también la oposición a todas las formas de hostilidad contra la religión, que limitan el rol público de los creyentes en la vida civil y política".

En efecto, se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos, como es el caso de la exposición del crucifijo en lugares públicos. Benedicto XVI las ha definido como "formas extremas de rechazo hacia el legítimo pluralismo y al principio de laicidad".

Rechazar la libertad religiosa es un acto que atenta contra la dignidad de la persona humana y, por lo tanto, contra todo tentativo de paz.