Entrevisté a Almagro, el único candidato al cargo, que afirma tener el respaldo de unos 20 países miembros, y me quedé con varios interrogantes sobre si es quien podría sacar a la organización de su irrelevancia actual. La OEA sigue siendo una institución más grande y potencialmente más importante que la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), creada para excluir a Estados Unidos y México de las decisiones regionales, y que a juzgar por su actuación en Venezuela se ha convertido en una sociedad de protección mutua para gobiernos represivos.

La OEA tiene una Carta Democrática, una respetada Comisión de Derechos Humanos y más de una docena de agencias especializadas en drogas, seguridad ciudadana y educación. Pero en los últimos años ha sido eclipsada por la Unasur en las principales crisis regionales. Cuando el gobierno venezolano ordenó recientemente la detención del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y la oposición llamó a protestas masivas, los países de América del Sur -a petición de Venezuela- invitaron a Unasur, y no a la OEA, a enviar una misión de mediación a ese país.

Iguamente, cuando las protestas estudiantiles en Venezuela dejaron un saldo de 43 muertos el año pasado, y el gobierno detuvo al líder opositor Leopoldo López, los países amigos también pidieron a Unasur la mediación. Como era de esperar, esa misión no logró prácticamente nada y solo ayudó al gobierno a ganar tiempo y debilitar las protestas callejeras.

Cuando le pregunté a Almagro qué haría de ser electo en la OEA, respondió que trabajará para fortalecer la democracia y los derechos humanos -no hay sorpresa, porque hasta las peores dictaduras dicen apoyar la democracia y los derechos humanos- y que propondrá varias iniciativas, incluyendo una "Escuela de Gobierno de las Américas” y una "Organización Panamericana de la Educación”.

Le pregunté si pedirá la liberación de López y otros presos políticos venezolanos, como hicieron el actual Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, y las Naciones Unidas. "Nosotros hemos trabajado este tema en el marco de Unasur”, respondió Almagro, y "en ese vamos a ajustar las variables”. Cuando le comenté que no estaba respondiendo a mi pregunta, Almagro dio una respuesta alambicada, pero sin decir mucho. Dijo que no podía responderla hasta ser elegido. Días más tarde, tras el arresto del alcalde opositor Ledezma, le pedí su opinión. Repitió que no puede hablar "ni siquiera en forma hipotética” antes de ser electo en la OEA, pero que hay un proceso de mediación "liderado por la Unasur, y que confiamos en que rinda frutos”.

Mi opinión: Hmmm. Lo más preocupante de Almagro no es que sea un cultor del "cantinfleo” -como llaman en México al arte de usar palabras difíciles para eludir respuestas claras- sino algunas de las cosas que dice. Por ejemplo, no estoy seguro de que la OEA podrá recuperar un rol de liderazgo bajo un Secretario General según el cual la crisis de Venezuela debe resolverse "en el marco de la Unasur”.

Para ser justos con Almagro, no tendría sentido que como candidato critique duramente a Venezuela, y corra el riesgo de perder varios votos en las elecciones de la OEA, incluyendo los de una docena de países del Caribe y Centroamérica que aún dependen de los subsidios petroleros venezolanos.