El inicio del ciclo escolar renueva una serie de problemas relacionados con el dictado de clases, más allá de reclamos salariales, la deficiencia en infraestructura, la inseguridad y el cumplimiento del los programas ante los escasos días áulicos por feriados. Pero a estos imponderables se ha sumado la tecnología que forma parte de la enseñanza con medios electrónicos y los polémicos celulares de los alumnos.
El tema no es sólo de los colegios argentinos sino tiene alcance mundial vinculado al rendimiento del educando con o sin el preciado teléfono móvil. Las aguas están divididas entre pedagogos, psicólogos y funcionarios educativos y ha llevado a estudios basados en investigaciones en un intento de aproximarse a dilucidar los pro y contras para que los gobiernos decidan.
Una de las últimas polémicas surgió de un reciente estudio publicado en Inglaterra sobre el uso de celulares en la escuela. Dos economistas de la London School of Echonomics analizaron los manuales de 91 colegios respecto al uso de los celulares desde 2001. Compararon esos datos con la evolución de los resultados logrados en las distintas pruebas nacionales de calidad educativa, donde participaron 130.000 alumnos. La conclusión es que las escuelas que prohibieron el uso del teléfono móvil mejoraron hasta un 6,4% en su rendimiento académico y el impacto en los estudiantes con notas bajas fue aún más notable, con una mejora del 14% en el desempeño, corrigiendo una tendencia: los peores estudiantes son más propensos a distraerse con los celulares.
El problema en América latina se atenúa, porque en la mayoría de las aulas no hay acceso a Internet y el celular puede ser una herramienta para que los chicos resuelvan alguna consigna, como si se tratara de un libro, con rapidez, dicen los especialistas, estimando que la prohibición sería un error, pero siempre hay que asociar su uso con contenidos curriculares, generando incluso un estímulo.
Una tercera posición es la bonaerense. En esa jurisdicción, los alumnos no pueden usar el celular en el aula durante las horas de clases, desde hace cinco años, pero pueden llevarlos hasta el edificio escolar por razones de seguridad, o de tranquilidad para sus padres. Pero deben apagarlo cuando el docente comienza su tarea. Urge en consecuencia, normativas de alcance nacional que regulen definitivamente esta controversia.