Juan Carlos Saravia en una de sus acostumbradas presentaciones.

Atahualpa Yupanqui, que en quechua significa "el que viene de lejos para decir algo" ,fue tal vez el folklorista argentino más influyente de la historia. Con el correr del tiempo se hizo ultraconservador con relación a la renovación del folklore. Una vez le preguntaron qué opinaba del Conjunto Zupay, que había grabado su "Camino del Indio", a lo que respondió lapidariamente: "Me lo pavimentaron". Con relación a Los Huanca Hua dijo: "No me gusta que uno cante y los otros le hagan burla". Un día sin que le pregunten le dijo a Juan Carlos Saravia (fundador de Los Chalchaleros): "Mire, paisano, no es que ustedes cantan con una sílaba menos, el tema es que el pueblo canta la última sílaba". Con esto, les hizo un guiño a la forma empírica de cantar, producto de que les faltaba el aire.


El "boom" del folklore se produce desde 1950 hasta finales de la década de 1960. Aparecen Los Fronterizos con novedosos arreglos musicales teniendo como integrantes a Gerardo López, César Isella, Eduardo Madeo (el que equilibraba las voces) y el guitarrista Juan Carlos Moreno. Era tal la calidad sonora que llegan a grabar La Misa Criolla con el maestro Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Jaime Torres, Domingo Cura, Chango Farías Gómez y Raúl Barboza.


También sobresalen los ahijados del sanjuanino Buenaventura Luna, Los Cantores de Quilla Huasi, con un colorido de voces inigualable. Desde Fernando Portal, Carlos Vega Pereda, Carlos Lastra, Roberto Palmer, Ramón Navarro, el virtuosismo en la guitarra de Ramón Núñez y la ductilidad de Oscar Valles como letrista, voz, recitador y creador de fenomenales arpegios al estilo cuyano. Eran tan populares que en el Cosquín de 1962 actuaron desde las 2 de la mañana hasta las 6. Frente a ambos estaban "Los Chalcha" desde la formación inicial de 1948 con Víctor Zambrano, Carlos Franco Sosa, Aldo Saravia y Juan Carlos Saravia. Estos eran menos vistosos en los arreglos musicales, recién tienen una identidad con la incorporación de Ernesto Cabeza, pero todo el potencial del conjunto estaba en el escenario donde daban todo, con su presencia, señorío y estilo, fueron los cantores del pueblo, porque este se animaba y completaba la letra de zambas inolvidables como "Del Grillo", "De mi Esperanza", "Del tiempo amor", o acompañaba de pie la versión sólo con bombo de "Chakay Manta". Saravia y su grupo admiraban a Antonio Tormo, desde la época de La Tropilla de Huachi Pampa. Tormo, que fue tonelero en la Bodega El Globo (donde hoy se erige El Shopping Del Bono), ostenta el récord de ventas con el tema "El Rancho de la Cambicha" superando los 5 millones de discos. Saravia cuando presenciaba la actuación del cantor en Cosquín a finales de los noventa, ve cómo su ídolo olvida las letras en el escenario. Él no hubiese querido estar en la piel de Tormo y toma la decisión de disolver el conjunto, para lo cual inicia la despedida allá por el año 2000, tarea que dura 2 años, finalizando en el Estadio Delmi de Salta después de 54 años de actuación.


Mientras los grupos competidores todavía se presentan con formaciones, repertorios y nombres que no condicen con sus historias, Saravia respetó al público y resguardó las obras de su agrupación para los tiempos, haciendo que se retiren triunfadores. Se fue Juan Carlos Saravia, el que decía "¡Primmm!", el último de Los Chalchaleros de 1948, aquel que hizo cantar al pueblo.

Por Sandra Alaníz   DNI 21.359.969
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