El cierre de escuelas nocturnas y terciarias representa un retroceso para la educación.

Si hacemos una línea de tiempo de la educación argentina podemos dar el inicio en los Jesuitas y sus enseñanzas metodológicas a los aborígenes en épocas colonial. Luego viene Manuel Belgrano como primer visionario de la educación en los albores de la conformación de la patria y posteriormente aparece Domingo Faustino Sarmiento con más de 1.816 escuelas fundadas, como un logro icónico para aquella época.


Luego, más adelante están los gobiernos peronistas, con políticas educativas para los obreros y peones de campo, con las escuelas fábricas y la Universidad Obrera que apuntaba al apoyo al trabajo productivo. Y para finalizar, el último período de gestión peronista, denominado kirchnerismo, con la fundación de 1.200 escuelas de distintos niveles.


Con estos datos es posible establecer una variable con la cual medir el éxito educativo de un gobierno mediante el número de escuelas fundadas, pero sabiendo que esto no es suficiente para establecer el triunfo de la educación en un país. Nada sacamos con tener más edificios escolares si los mismos están vacíos de contenido conceptuales pedagógicos en el sector de educadores que poseen base memorística, extremadamente estructurada.


Los tiempos como sociedad cambiaron, hoy es necesario tener en cuenta que existe un sector de la población que demanda educación media y superior. A este sector lo constituyen personas que trabajan y que pretende estudiar o capacitarse. Quien trabaja deberá posponer horas de ocio para destinarlas a leer, repasar, ejercitar, debatir y realizar informes, una verdadera acción de coraje y esperanza es alistarse para ello.


Las escuelas vespertinas o nocturnas son la puerta que muchos trabajadores intentan abrir, con la ilusión de obtener un título que lo capacite para el trabajo.


En Buenos Aires, la gobernadora María Eugenia Vidal ha cerrado 47 escuelas rurales, en tanto que Horacio Rodríguez Larreta dispuso el cierre de 29 profesorados y 23 escuelas nocturnas en la CABA.Con ello se ha producido un deterioro importante a la educación. Los débiles fundamentos que esgrimen los funcionaron para cerrar escuelas son la existencia de una marcada desactualización de programas y títulos, como también la escasa matrícula de estos centros de educación formal. Como se puede ver, todo ello es posible reconvertir sin tener que tomar la decisión extrema del cierre de establecimientos educativos. Porque escuela que se cierra no se abre más. Nadie ve con buenos ojos estas decisiones.


El modelo neoliberal de políticas nacionales, con eje en negocios financieros no productivos, ponen en crisis una educación que desde hace décadas viene pidiendo clamorosamente atención.


Hoy, la realidad es que cada argentino es responsables de lo que pueda suceder con la educación en este país, sea como padres, docentes, alumnos o gestores/decidores, con opiniones diversas pero estableciendo algo indiscutible: las escuelas no pueden mirarse como un negocio, donde la diferencia del haber sobre el debe determina el éxito.


Por ello estoy convencido que no se deben cerrar escuelas, sino que se deben abrir mentes, porque el producto del sistema educativo son seres humanos, no cosas.



Por el Prof. Osvaldo Olmo Gómez   Docente de Nivel Medio.