Obama está en un punto de inflexión en su Presidencia. El apoyo popular a sus políticas domésticas y externas viene en caída, empujado por una prensa que le critica una reforma de salud o que haya viajado a Copenhague sin traer los Juegos Olímpicos para Chicago. Quizás este era su primer y último año en el que podría ser elegible para el Nobel, considerando el desgaste en los dos frentes de guerra, los 4349 soldados muertos en Irak y las víctimas en Afganistán.

Empujado tal vez por esa coyuntura, el Comité del Nobel, en un gesto inusual y polémico, salió a defender su elección para apaciguar las críticas de quienes piensan que el presidente estadounidense habla mucho, hace poco y logra menos. Los noruegos no coinciden con esa apreciación; dicen que votaron a Obama, por sus logros sobre desarme nuclear, relaciones mejoradas con países musulmanes y liderazgo en temas relevantes como cambio climático y cooperación internacional.

El argumento del Comité buscó descomprimir las reacciones negativas que el galardón genera entre connacionales, que tienden a ser más severos y escépticos con uno de los suyos. Similar experiencia vivieron la guatemalteca Rigoberta Menchú y el argentino Pérez Esquivel, soportando el descrédito en sus propios países tras recibir el Nobel. Y lo mismo habría ocurrido si la elegían a la senadora colombiana Piedad Córdoba, una de las favoritas, por sus esfuerzos en la liberación de los rehenes de las FARC.

Que el premio esté politizado no es malo, si por politización se entiende como el fin de crear conciencia sobre un tema o estimular su discusión. Al Gore, el ex vicepresidente de EEUU, ganó el Nobel de la Paz en 2007 sin haber hecho mucho; pero fue a través de él y el documental que auspició, "Una verdad incómoda", que el calentamiento global se instaló con fuerza en la agenda internacional.

Este galardón tuvo años sin conflicto cuando lo ganaron líderes espirituales como Madre Teresa, Desmond Tutu y el Dalai Lama, y asociaciones de bien público como la Cruz Roja, Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras. Pero sus olvidos generaron polémicas. Al escritor argentino Jorge L. Borges le fue esquivo en Literatura, Juan Pablo II es la mayor omisión en la historia del Nobel. El Papa, entre muchas acciones por la paz, fue el artífice de un acuerdo de última hora en la Navidad de 1978 para que Argentina y Chile no se enfrascaran en una guerra fratricida por el Canal del Beagle. El premio a Obama pudo estar politizado o tener un fin especulativo. Pero aún así no es un mal receptor, ya que es el líder más potable y en posición relevante para trabajar por la paz global.

El presidente del Comité Nobel, Thorbjorn Jagland, acertó al decir que si bien Obama todavía no hizo de este mundo un lugar más seguro, al menos logró que disminuya la tensión internacional. No es un resultado no menor, ya que le ha permitido alcanzar un impensable acuerdo para un desarme nuclear progresivo con los rusos, poniendo al descubierto a países agresivos en esa materia como Corea del Norte e Irán.

Esa distensión también forma parte de una diplomacia persuasiva que es la antítesis de la ejercida por su antecesor y que el mundo despreciaba; lo que tampoco lo aleja de las críticas, como no haber tenido firmeza para ayudar a dirimir la crisis en Honduras y el fraude electoral iraní.

"MáS ALLá de si el Nobel fue meritorio o no, lo cierto es que Obama es el único líder que goza de confianza internacional y genera la esperanza de alcanzar mayor paz en el mundo."