Como consecuencia de varios factores, el consumo de carne vacuna en Argentina aumentó notablemente en lo que va del año, superando en promedio los 70 kilogramos anuales por habitante.

En principio, es un dato positivo, porque reflejaría un mejora alimentaria de la población, pero en realidad es la consecuencia de la enorme cantidad de animales faenados por las condiciones climáticas adversas (sequía). También por la liquidación de hacienda -sobre todo hembras-, por la falta de políticas que incentiven la reposición del ganado, según la Asociación de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, AACREA.

Los ganaderos se desprenden de sus vacunos y así, en julio pasado, los frigoríficos faenaron 1,42 millones de cabezas, uno de los niveles más altos de la historia. Semejante volumen de carne encontró mercado y hoy el consumo supera en 7 kilos, más del 10%, del promedio del quinquenio 2003/08. A cada habitante, en lo que va de 2009, le corresponde un consumo anualizado de entre 70 y casi 74 kilos. La última vez que ese indicador superó los 70 kilos fue en 1994, en el momento de esplendor de la convertibilidad. Lo preocupante es que este elevado consumo se sostiene a costa de sacrificar un mayor número de hembras, o sea se matan las vacas que deberían parir nuevos terneros. El mal manejo de la política ganadera podría comprometer seriamente el abastecimiento en los próximos meses, obligando a la importación.

Estamos ante un colapso cercano en la producción de carne, sin margen exportador y privando a los argentinos del alimento básico.