Cuando miraba la televisión ya bien entrada la noche del miércoles 13 de octubre, donde se nos mostraban las imágenes de lo que acontecía en la mina San José, un gran orgullo y una grata sensación de alivio me invadía lentamente; orgullo por la fortaleza, el coraje y la inclaudicable fe y esperanza de estos hombres, y alivio para calmar esa desesperación y ansiedad que en general manifestaban los familiares y de todos los que rodeaban este operativo.

Durante todo el proceso de rescate leí, vi y escuché tremendas historias de medios argentinos, porteños para ser mas exactos, que por hablar algo buscaban el apoyo y sacaban al aire a representantes de grupos de rescatistas o consultaban con algún médico especializado en traumas y le daban letra para que hablara. Pero en ningún momento, en ningún canal de televisión, en ningún medio encontré a un profesional minero hablando del tema. Ni siquiera fue consultado algún académico que, por lo menos, desde la teoría podía y debía explicar como eran y son los hechos.

Pero vuelvo al momento que Mario Sepúlveda, el minero artista, entusiasta, alegre y solidario, explicaba como lo había vivido, como sintió que Dios y el diablo se los disputaban, pero que el Señor les daba la mano y los guiaba. Dijo también que siempre tuvo fe y que tuvo suerte, sin lugar a dudas, pero que sabían que técnicos y profesionales mineros estaban trabajando por ellos, que nunca dudaron de la profesionalidad y del tecnicismo que estaba puesto al servicio de rescatarlos, y que ellos ayudaron, con su fuerza, con su fe, con su orden y especialmente por "ese corazón de minero” que todos ellos poseen.

¡Qué palabras señores!, ¡qué principios vertidos por personas que supuestamente son simples trabajadores!, ¡qué enseñanza por Dios!!!

Estas reflexiones son para remarcar que lo que sucedió en la mina San José de la región de Copiapó en Chile fue una verdadera hazaña. No sólo un milagro, como han pretendido y pretenden hacernos resaltar desde los medios que desconocen totalmente nuestra actividad, demostrando absoluta ignorancia. Hubo hazaña, por que si no fuera por la preparación y conocimiento de los sistemas de seguridad que tiene todo minero, de la profesionalidad de cualquier trabajador minero, especialmente en tareas de minado subterráneo, el respeto a las normas de conducta y a los jefes de turno y a las personas con mayor experiencia, nunca se los podría haber encontrado con vida ni mantenerlos a 700 mts bajo tierra sin mayores sobresaltos, con buen talante anímico y mejor salud física.

Que lo de Chile sirva como ejemplo de cómo se trabaja en la actividad minera, de cómo la tecnología, la capacitación y la formación profesional puede lograr hazañas como ésta y por que no milagros, inducidos por el hombre.