Las reformas estructurales en el modelo económico de China, que se pusieron en marcha hace dos años, se profundizaron en el primer trimestre de 2014, según las tasas de crecimiento que confirman una desaceleración que repercutirá en el mundo por su incidencia en el mercado internacional.
Como se sabe, el gobierno de Pekín lleva a cabo un programa con reformas pro-mercado para conseguir que su modelo económico dependa menos de las exportaciones y de la demanda externa, y más del consumo interno. Estos cambios, aunque se están ejecutando de manera muy progresiva, son sensibles y se reflejan en tasas actuales más bajas tras décadas de aumentos anuales de más de dos dígitos. De allí la expresión de "crecer a tasas chinas” como máxima referencia de los economistas.
Para este año el gigante asiático se ha fijado un objetivo de crecimiento mínimo del 7,5 por ciento, después de que su próspera economía creciera un 7,7% en 2013; un 9,3% en 2012; 9% en 2011 y un 10,3% en 2010, último período con dos dígitos, que se espera no volverá, por lo menos mientras dure la transición de los correctivos políticos, según los observadores más optimistas. Otros, en cambio, sostienen que será imposible retornar a los dos dígitos de crecimiento porque el cambio de modelo no lo permitirá, aunque será más firme y sostenido.
Precisamente, los observadores coinciden en que las reformas se están moviendo en la dirección correcta porque apuntan a aumentar el protagonismo del sector privado y, aunque llevan tiempo, fortalecerán al aparato económico que se insertará mejor y robustecido en el mundo globalizado. El 7,4% de promedio en el último trimestre es una tasa menos brusca del descenso esperado, luego de la depreciación del valor del yuan, los primeros pagos pendientes de obligaciones financieras de la historia china y la evidente caída del comercio exterior y de la actividad industrial.
China no dará marcha atrás con la reestructuración de su economía y estos cambios trascendentes encienden luces de alerta en las economías emergentes que prosperaron gracias a las ventas de materias primas a ese enorme mercado. En ese aspecto América latina es un proveedor tradicional de insumos y muchos países de la región han prosperado gracias a la demanda básica, sin advertir que podría llegar una ralentización que impactará en una dependencia riesgosa.
La diversificación productiva, industrialización y el desarrollo científico son los mejores antídotos para estos casos.
