Los deportes fueron creados como diversión, como parte de la educación física de los jóvenes, como representación de la guerra, como rituales a los dioses y otras finalidades distintas de la más reciente, el profesionalismo. Rugby, fútbol, tenis, golf, lo que fuere, no tienen existencia tangible sino que son solo una serie de reglamentos, instrumentos, pelotas, raquetas, medidas, etc., que no se pueden ver ni tocar. Lo que existe son rugbiers, futbolistas, tenistas, golfistas, dirigentes y como se denomine a los cultores de cualquiera de las variadas y numerosas disciplinas. Es muy posible que en el juicio que se llevará adelante para discriminar a los autores materiales, cómplices y partícipes necesarios de la muerte del joven Báez Sosa la palabra "rugby" ni se mencione. Este deporte, como cualquier otro, no podría estar en un virtual banco de acusados. El rugby no enseña a matar, aprendizaje que solo toman los ejércitos y eventualmente las estructuras de seguridad bajo condiciones estrictas en que sus miembros se vean obligados, ceñidos a un protocolo, a usar el monopolio de la fuerza que la sociedad les ha confiado para su protección. Por supuesto también los miembros atolondrados del hampa. El rugby no será señalado. Los que sí tendrán que dar cuenta de sus actos en esa noche trágica a la salida de un club nocturno del tranquilo balneario de Villa Gessel, serán los individuos que intervinieron en la acción cobarde de atacar en patota a ese desgraciado joven en riña despareja.

Es erróneo desviar la atención hacia algo que no será juzgado, como es el rugby.

Todos los deportes y en realidad todas las actividades humanas tienen riesgos, el automovilista puede perder el control de su vehículo a alta velocidad y así motos, aviones o lanchas. Los boxeadores pueden provocar lesiones profundas y hasta la muerte del adversario, poco importa si la disciplina es individual como la del trapecista acróbata, el esquiador, o grupal como el fútbol americano. El riesgo y la acumulación de adrenalina forman parte del espíritu mismo de la competencia. Si entendemos a la violencia como el contacto corporal, lo incluyen los espectáculos más seguidos por el público, el fútbol, el béisbol, el fútbol americano, el hockey sobre hielo y sobre patines, el básquetbol. En ellos se valora la habilidad para evadir al contrario y llegar al objetivo, como una representación de la vida en que nunca los caminos están despejados para nuestras intenciones. La resistencia del oponente es lo que nos ha hecho avanzar más rápido, más alto, más lejos. Los roces y accidentes son frecuentes por más que los reglamentos intenten evitarlos. Es erróneo desviar la atención hacia algo que no será juzgado, el rugby. Que se haya descripto a estos asesinos como rugbiers es solo una forma de agregar un dato significativo para que el público pueda tener una rápida representación de los hechos. Nos armamos inmediatamente la idea de jóvenes bien alimentados, robustos, ágiles, 100 kilos, resistentes al impacto. No hay modo más sintético que describirlos como rugbiers. Puede que algunos de sus cultores confundan esa fuerza física con el coraje, nada más lejos al menos en este caso. Ser rugbiers era también la razón por la que estaban juntos. Mucho más acertada y realista es la visión de nuestro obispo Monseñor Lozano, quien pide reflexionar y poner vista en los modos de diversión nocturna y en el manejo de los lugares habilitados. Le Brique, así se llama el local de la desgracia, fue clausurado luego por cuestiones menores, más como una forma de acallar las seguras críticas a la autoridad de control. Salir de casa a emborracharse, drogarse y pelear es un hábito común que ha cobrado muchas víctimas absurdas que merecían destino más digno para ellos, sus familias y la sociedad. Otro capítulo sería averiguar qué se enseña en algunos caros colegios privados, a uno de ellos asistían los acusados en Zárate. Una visión sobre el tema me la dio un humilde joven trabajador: "Ahí se ha visto como realmente son". Sin decirlo, quiso significar que por lo general se asocia injustamente a la delincuencia con los pobres o los carentes de educación paga. No está lejos el mal ejemplo que dieron hace poco alumnos "chetos" de la Escuela Modelo, asombrándonos con una caricatura del demoníaco régimen nazi. En el pasado, otro rugbier dio gran golpe a su prestigio cuando lo descubrieron secuestrador serial junto a su familia durante la pasada dictadura. Lejos del honor, la fraternidad y la virilidad de la que hablaba mi profe de la secundaria cuando se refería al rugby, estos jóvenes, que pasarán buena parte del resto de su vida en la cárcel, nos han dado un ejemplo de miseria y cobardía.