Casi dos décadas después del acuerdo de libre comercio de 1994 entre Estados Unidos, México y Canadá, el proyecto de integración de América del Norte está perdiendo vigor. China ha tomado el lugar de México como el segundo socio comercial de Estados Unidos, y el comercio entre los tres países norteamericanos disminuye en porcentaje global.
La Fundación Canadiense para las Américas (Focal), reveló una disminución significativa en los últimos diez años. Mientras las exportaciones mutuas alcanzaban el 55% de las exportaciones globales de los tres países en 2001, el porcentaje cayó al 46% en 2009. El comercio total regional -exportaciones más importaciones- cayó del 46% hace diez años al 40% en 2009. Aunque el éxito comercial de China y los controles fronterizos de EEUU tras los ataques terroristas de 2001 han incidido, "el motivo mucho más importante es la ausencia de liderazgo” por parte de los mandatarios de los tres países, afirma el informe. De hecho, en una cumbre en Guadalajara, en agosto de 2009, los tres jefes de Estado se comprometieron a volver a reunirse en Canadá en 2010 para seguir avanzando con la integración. Pero la cumbre de Canadá nunca se llevó a cabo, y fue reemplazada por un encuentro de cancilleres para hablar sobre Haití y otros problemas regionales.
"Los tres gobiernos nos han recordado por qué América del Norte está en decadencia: carecen de imaginación y de liderazgo”, señala Robert Pastor, del Centro de Estudios Norteamericanos de American University, en el informe de Focal. ¿Qué habría que hacer?, le pregunté. Lo primero sería adoptar un arancel externo común para las importaciones fuera de la región, lo que permitiría a las empresas de EEUU fabricar productos a un costo mucho menor, y ser mucho más competitivas a nivel global, dijo. También reducir los controles fronterizos -un camionero canadiense necesita diez credenciales para pasar desde Canadá a México- y establecer un plan de infraestructura para conectar el sur de México con el resto del continente.
"Necesitamos profundizar nuestra integración para hacernos más competitivos con Asia”. ¿Pero es factible eso con un presidente de EEUU que necesita el apoyo de sindicatos opuestos al libre comercio, y un nuevo Congreso controlado por los republicanos y colmado de legisladores antiinmigrantes?, le pregunté a Pastor. "Sí”, respondió. "Es más, una de las pocas cosas que podría unir a demócratas y republicanos son la competitividad económica y la seguridad”.