La reciente derrota de nuestro seleccionado nacional de fútbol en Bolivia (donde jugó a más de 3600 metros sobre el nivel del mar y perdió 6 a 1) ha puesto en tapete el tema de la incidencia que tiene la altura en la práctica de deportes.

Deseo difundir mis humildes conocimientos sobre el particular, en su faz médico científica, destacando que en lo que se refiere al aspecto médico la Medicina del Deporte es eminentemente preventiva y actúa en el hombre sano, ya que se entiende que el enfermo o lesionado debe estar en reposo. Asimismo, estudia y analiza los elementos con que va a competir y el lugar de competencia (temperatura, clima, altitud y humedad)

Respecto a la oxigenación, se parte del principio de que al respirar el cuerpo humano asimila oxigeno y elimina anhídrido carbónico, mecanismo o fenómeno al que se llama hematosis, que se produce a nivel del alveolo pulmonar. Para que este fenómeno se de es necesario que el oxígeno posea la suficiente tensión y sea eficaz.

Lamentablemente en la altura esa tensión disminuye y el mecanismo se ve disminuido. Pero, también se ha comprobado que hasta los 2500 metros sobre el nivel del mar, ese mecanismo se mantiene eficaz, siendo un límite convencionalmente conveniente para la salud.

Otro aspecto a tener en cuenta es el efecto de doping que provoca la altura. Desde el punto de vista médico, se considera el daño que ocasiona a los deportistas, mientras que por otra parte, está la consideración de la ventaja que ofrece, aunque ésta sea incorrecta.

Entonces, debemos tener en cuenta que los habitantes en altura siempre poseerán una ventaja física y contra la salud del rival, que se verá afectada, toda vez que se altera su presión arterial, se originan hemorragias nasales y hay una evidente disminución del rendimiento deportivo.

Para evitarlo, el único tratamiento es la adaptación, que generalmente se hace imposible por razones de programación de otros torneos y sobre todo por la faz económica, ya que para adaptarse para jugar a 3600 metros se necesitan de 35 a 40 días y para jugar a 2500 metros se necesitan no menos de una semana y algo más. Como ejemplo de ésto les voy a recordar la llamada "Selección fantasma" que jugó contra Bolivia, en la altura de La Paz, por las eliminatorias del Mundial ’74 de Alemania. Para asegurase el triunfo hizo el período de adaptación (mencionado anteriormente) en La Quiaca y para satisfacción de los sanjuaninos el "Pájaro" Oscar Fornari marcó en único gol que le aseguró la plaza de ese mundial de fútbol, a la selección argentina.

Coincido totalmente con el profesor Dr. Juan Carlos Maaza que dice: "Nosotros tenemos el COI (Comité Olímpico Argentino) y la FIFA con sus reglamentos, que dicen que toda ventaja deportiva obtenida artificialmente es doping."

No voy a decir que la altura es doping, pero si, que el equipo que tiene jugadores adaptados a la altura, desde el punto de vista fisiológico médico, tiene una ventaja deportiva. Hay que tener en cuenta que cuando los equipos de la altura bajan al llano no les sucede lo mismo, muy por el contrario, al poseer mayor cantidad de glóbulos rojos, tienen más oxigeno y no sufren el déficit.

Es por eso que considero que hay que ser equitativos y acordar que las competencias no se hagan más allá de los 2500 metros, medida con la cual nadie se verá beneficiado, ni perjudicado.

Los síntomas que los jugadores padecen en la altura, no por la falta de oxígeno en el ambiente, sino por la falta de tensión necesaria en el oxígeno para producir la hematosis, son disnea y taquipnea; taquicardia; flexibilización de las arterias y fenómenos como cuando el cerebro propone una orden, pero el músculo no responde.

Debemos ser concientes de los daños que se le pueden ocasionar a la juventud con medidas como la de jugar a alturas demasiado extremas. Deberíamos tener en cuenta la resolución "salomónica" de la FIFA para jugar en alturas que no excedan los 2500 a 2700 metros sobre el nivel del mar, pero nunca que superen los 3000 metros.

En el caso del fútbol, a estos inconvenientes naturales e involuntarios, en los últimos años se ha sumado la "picardía" voluntaria de mandar a jugar en horario en que el calor eleva los gases y enrarece el oxígeno, es decir entre las 16 o 17 hs., lo que va en contra del rendimiento deportivo. ante esto último, al menos, como un atenuante, se podría disponer jugar al anochecer o en las primeras horas de la mañana.