Cuando observamos a un grupo de niños o adolescentes practicando algún deporte asistimos a un hecho que va más allá de un momento de sano esparcimiento o de un entrenamiento con fines competitivos. Estamos ante una actividad de insospechadas proyecciones, que convierte al cuerpo de los menores en una formidable herramienta para lograr su formación integral como personas.


Practicar un deporte, además del desarrollo físico, contribuye con el desarrollo emocional. Se trata de una actividad vinculada a disfrutar, jugar y generar un estado de bienestar que motiva positivamente a los menores. Además, el juego controlado enseña a respeta reglas, ser solidario, controlar la frustración, ser persistente, controlar su ego, mejorar su autoestima, adoptar responsabilidades, mejorar sus habilidades sociales y finalmente sentirse a gusto consigo mismo y valorar a sus compañeros y su entorno. Es por ello que la vinculación del deporte con la educación proporciona resultados magníficos. Especialistas en pedagogía y psicología, han llegado a la conclusión de que el deporte proporciona un estilo de vida que acrecienta los valores morales y mejora sustancialmente el comportamiento. Llevado esto a la educación, nos encontramos con que los niños y adolescentes que practican deportes, debidamente orientados, muestran una mayor dedicación a los estudios y un espíritu de superación mayor que los chicos que se pasan el día con videojuegos, mirando televisión, durmiendo o vagabundeando por las calles.

Especialistas en pedagogía y psicología, concluyeron que el deporte proporciona un estilo de vida que acrecienta los valores morales y mejora el comportamiento.

En nuestra provincia, desde el área oficial, se están haciendo numerosos esfuerzos por hacer que el deporte ocupe un lugar preponderante en la vida de los chicos. El apoyo que desde el Gobierno se otorga a eventos como los torneos intercolegiales; los Juegos Nacionales Evita; maratones participativas y competitivas y otras tantas competencias a nivel de los clubes departamentales o barriales, está dando lugar a una política de Estado que apunta a consolidar la etapa de crecimiento y desarrollo de la población infantil y juvenil.


El techado de tradicionales canchas de hockey sobre patines o de clubes como el Mocoroa, y el apoyo económico a pequeñas instituciones de la provincia, es otra forma de apoyar el deporte haciéndolo más inclusivo, a fin de que una mayor cantidad de niños y adolescentes tengan la posibilidad de incorporar el deporte en sus vidas, más allá de lo que se ofrece a nivel escolar.


Espectáculos de jerarquía como el último sudamericano sub-15, donde los chicos argentinos se consagraron campeones, es otra forma de promover la actividad deportiva con ejemplos concretos de hasta donde se puede llegar con un trabajo disciplinado y metódico.


El suplemento "Deportes x Departamentos'' que publica este diario, es una muestra del auge que el deporte infantil y juvenil está adquiriendo en la provincia, con la formación y crecimiento de instituciones que trabajan para fomentar diversas disciplinas. Algo similar ocurre en otros puntos del país, como en las villas radicadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde los vecinos están impulsando la práctica de deportes, como una forma de superación y de evitar que caigan en las adicciones u otros flagelos sociales. Los promotores de estas actividades están convencidos de que el deporte no solo forma en valores a los chicos, sino que también representa una posible salida laboral y económica en zonas donde no abundan fuentes laborales.


La red de contención que representa el deporte para niños y adolescentes es otro de los aspectos relevantes de esta actividad. El hecho de que los chicos, si no están practicando deporte andan deambulando por las calles, justifica todos los esfuerzos.