Paisaje del área en disputa en el sur del continente.

 

El año 1978 estuvo signado no sólo por el Mundial de Fútbol, del que resultamos campeones, sino por el conflicto limítrofe con Chile, que casi nos lleva a una guerra, cuyas consecuencias hubieran sido imprevisibles. Los analistas militares y entendidos en geopolítica -luego de haber pasado 40 años- hablan no de un conflicto focalizado, sino global. Seguramente Bolivia y Perú se hubieran aliado a Argentina, y de ahí en más las cosas se tornarían aciagas e inmanejables. El punto en controversia fue la potestad de tres islas (Picton, Lennox y Nueva) emplazadas sobre el Canal de Beagle en el extremo austral del país, cuya posesión implicaba el control de este paso y la consecuente proyección geográfica sobre el Continente Antártico. La zona en disputa había sido objeto de un arbitraje en 1971 confiado a la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Como sucedió en otros casos la soberanía de nuestro país fue mancillada ya que en 1977 y después de un largo proceso, este organismo se expidió a favor de Chile.

A fines de enero de 1978, el gobierno de facto de Argentina rechazó este laudo declarándolo "insanablemente nulo". Cabe decir, independientemente de quienes gobernaban, que la posición acordada históricamente por ambos países decía que los problemas limítrofes del sur se solucionarían con la aplicación del siguiente principio: lo que se encuentra en el Atlántico es de Argentina, y lo que está sobre el Pacifico, de Chile; principio establecido en los tratados de 1881, 1893 y 1902. Por su parte el gobierno chileno esgrimió una nueva teoría, según la cual el Arco Antillano Austral es el límite entre los océanos Pacífico y Atlántico.

Como última instancia sobrevinieron una serie de reuniones de carácter bilateral: los dictadores se reunieron en el Plumerillo en Mendoza y en Puerto Montt en Chile, abriendo un corto periodo de negociaciones que no tuvieron éxito. De aquí en más se vivió en cuenta regresiva, un poco interrumpida por el nombrado Mundial de Fútbol 78.

Para diciembre de aquel año la guerra era ya inminente, los analistas hacían todo tipo de cálculos sobre el potencial bélico de ambas naciones. Se hablaba que las Fuerzas Armadas Argentinas poseían el doble de soldados que las chilenas, también se supo de la visita de observadores militares israelitas al vecino país, lo que generaba todo tipo de cavilaciones e hipótesis. Comenzó la movilización de tropas y se citaron algunas "camadas" de reservistas. La operación o el "Día D" fue programado para el 22 de diciembre. Ese día la Marina de Guerra se apoderaría de las islas en disputa. Finalmente una luz apareció en el túnel: la noticia de la intervención del flamante Papa Juan Pablo II como mediador llegó a la cancillería de ambos países y los altos jefes de sus fuerzas armadas dieron la respectiva contraorden y decidieron esperar. En la mediación Papal, se involucró el entonces presidente de EEUU Carter, pues a este país no le convenía tener dos aliados enfrentados, en el contexto de la Guerra Fría.

El 26 de diciembre arribó a Montevideo el vicepresidente de la Comisión Pontificia para América latina, cardenal Antonio Samoré, quien luego de arduas reuniones en Buenos Aires y Santiago de Chile logró detener aquella densa situación. Comenzó la mediación pontificia la cual dio sus frutos recién en 1984, ya durante la restauración democrática argentina en el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín.

 

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado  –  Magíster en Historia.