La sucesión de trágicos naufragios de embarcaciones transportando a inmigrantes clandestinos desde África y Medio Oriente hacia la isla italiana de Lampedusa, ha dejado de ser una lamentable casualidad porque revela un drama social cuya solución compromete en particular a toda Europa y en general a la comunidad internacional que lo observa con preocupación.

No se trata de hechos fortuitos la muerte de 393 personas en sólo dos semanas, en idénticas circunstancias: la búsqueda de una entrada a territorio europeo de gente desesperada que huye de guerras, hambrunas y persecuciones en zonas hostiles. El aprovechamiento de los traficantes y las precarias embarcaciones, completan un cuadro de vulnerabilidad que lleva a la muerte a familias enteras, esperanzadas en alcanzar una vida digna.

El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, demandó a los países involucrados en estos hechos vergonzosos la implementación de medidas destinadas a evitar las tragedias, llegando al fondo del problema social, de manera de dar respuesta a la situación de vulnerabilidad de los inmigrantes, carentes de los derechos humanos fundamentales.

Por su parte, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), solicitó mayor colaboración entre los países para aumentar la vigilancia y la capacidad de rescate en el mar Mediterráneo, e identificar así a barcos en dificultades, en particular aquellos que llevan refugiados e inmigrantes, lo que se hizo una rutina cerca de Lampedusa. La semana pasada un naufragio cobró la vida de 34 inmigrantes, entre ellos una docena de niños y fue la tercera tragedia de estas características en la zona en sólo dos semanas.

Otros dos barcos, uno con 183 pasajeros y otro con 83, fueron rescatados cerca de la isla, lo que totaliza 785 personas refugiadas sin un futuro cierto. Por eso Acnur considera necesario un registro e identificación de los sobrevivientes para facilitarles la petición de asilo para aquellos que probablemente necesiten protección internacional ante la reticencia europea a conceder la residencia.

Pero también es necesario controlar las rutas más transitadas del mar Mediterráneo, para detectar los barcos ilegales y así reducir los accidentes y terminar con un infame tráfico inhumano.