Tener autoridad no quiere decir ser una persona represora. La represión es una deformación de la autoridad que, en su recto ejercicio, implica crear un espacio para que la persona pueda crecer.


Vengo desde hace tiempo dándole vueltas al hilo del "ejercicio de la autoridad''. Esto por diversas experiencias, tanto personales como ajenas. Dentro del amplio espectro que abarca el tema, encuentro que puede estar presente en diversas formas, por ejemplo, en la familia, los padres ejercen autoridad sobre sus hijos, en las escuelas, los docentes ejercen su autoridad sobre los estudiantes, etc.


Intentaré hacer hincapié en el "ejercicio de la autoridad en el trabajo'', entendiendo al "trabajo'' en el más amplio de sus sentidos. Como noción preliminar destaco que todo vínculo que importa el "ejercicio de la autoridad'' tiene como presupuesto la existencia de relaciones entre personas, por lo cual puede ser caracterizado en primer término como una "relación humana''.


Respecto a su sentido literal, la autoridad es el derecho o poder de mandar y de hacerse obedecer. En el marco de las relaciones de trabajo, el profesor Grisolía enseña que: "El trabajador es el que presta su actividad personal a cambio de una remuneración, en relación de dependencia o subordinación respecto de otro -"empleador'' o "superior jerárquico''- que requiere de sus servicios. 


La relación de dependencia entre ambos no es un vínculo de superior a inferior en dignidad, sino que se trata de una actividad dirigida: el trabajador está bajo la dirección de su superior, recibe órdenes, cumple horarios, etc. En definitiva, es una relación donde el trabajador se somete a las decisiones e instrucciones de un "superior jerárquico o empleador''.

  • ¿Cómo ejercer la autoridad?

Gráfico es afirmar que en esta relación humana de trabajo existe quien manda y quien obedece. Ahora bien, desde una perspectiva cristiana y, por lo tanto, profundamente humana, ¿cómo ha de ejercerse la autoridad?


Involuntariamente me topé con unas entrevistas realizadas al Papa Francisco, que luego se convirtieron en un libro, "El Jesuita'', de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. El Sumo Pontífice contesta a una pregunta: "Autoridad viene de "augere'' que quiere decir hacer crecer. Tener autoridad no quiere decir ser una persona represora. La represión es una deformación de la autoridad que, en su recto ejercicio, implica crear un espacio para que la persona pueda crecer. El término se desvirtuó, pasó a ser un sinónimo de "acá mando yo'', es curioso, porque el que así se expresa ya perdió la autoridad. Y entonces, la tiene que afianzar con la palabra. Proclamar que uno tiene la "manija'' de algo implica que se dejó de tenerla. Y tener la "manija'' no significa imponer, sino "servir''.

  • El "amor servicial''

No puedo dejar de mencionar a San Pablo, en el "himno del amor -caritas-'' (1 Corintios 13, 4-7) donde manifiesta las diversas expresiones del amor. Siguiendo con las enseñanzas del Papa Francisco en "AmorisLaetitia'', una de ellas es que "el amor es servicial''. 


Insiste el apóstol, al proclamar el amor como servicio, que el "amor es paciente''. La "paciencia'' a la que refiere es la del sentido de la traducción griega del Antiguo Testamento, donde dice que Dios es "lento para la ira'' (Éxodo 34, 6). Se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir.


Ahora bien, el vocablo "servicial'' señala a una persona buena, que muestra su bondad en sus obras, siendo éste un complemento de la "paciencia'', la cual no es una postura pasiva, sino activa, dinámica y creativa ante los demás. El amor beneficia y promueve a los demás, por eso es "servicial''. Pablo enseña que el amor no es sólo un sentimiento, sino que debe ser interpretado en el sentido del verbo hebreo "amar''": "hacer el bien''.

  • Sanar el orgullo y cultivar la humildad

El amor "no hace alarde'', no busca mostrarse como superior ante los otros con una actitud pedante y agresiva. Enseña el Papa Francisco: "algunos se creen grandes, y se dedican a exigir y controlar a los demás, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende''. La humildad es parte del amor, porque para poder comprender y servir es necesario sanar el orgullo y cultivar la humildad. "La lógica del amor cristiano no es la de quien se siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder, sino que "el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos'' (Mt. 20, 27).


El amor "no obra con dureza''. Es "amable'', es decir, no es duro en el trato, sus modos, sus palabras son agradables, no ásperos ni rígidos.


Con todas estas características, puedo sostener que quien no sabe amar, no puede servir, y quien no puede servir, no sirve para mandar.

Por Juan Manuel García Castrillón
Abogado