"No es lo mismo un parque con portones que sin ellos; como no lo es la casa con su puerta abierta o con la pena de su cerrazón por abandonos…"

Hace varios años escribí algo sobre la misteriosa desaparición de los bellos portones del antiguo Parque de Mayo, cuando su primera remodelación: "Un portal es la mano que nos conduce a un territorio, una morada, una ilusión. Todo parque esconde una quimera, baste la mirada de los adolescentes en los bancos o la irrupción del otoño con su pincel de cobre".

Quien como yo ha vivido en las inmediaciones de un parque, sabe que contiene lo que es imposible conseguir en otro sitio. Allí la vida se impregna de las cuatro estaciones, estados del alma y entonces nos damos cuenta de que un año es una muchacha siempre joven que se engalana con diferentes vestidos, por diferentes sentimientos e ilusiones. Por eso son los parques un reservorio del tiempo; en él las cosas nacen, viven, envejecen y se apagan. Vi en nuestro parque morir muchos retoños y también conocí el sabor agridulce de la fruta y la vida. Vi morir al níspero que estaba junto al club de tenis, por la impiedad de dejarlo secar por falta de riego. Aspiré la fragancia de eucaliptos señoriales que nos ponen el hombro en los inviernos de toses y distancias; el grito extraño de los gansos y la soledad del que mira fugarse la tarde, ensombrecido por alguna pena.

En ese pequeño parque pasé los albores de mi adolescencia. Espiamos las noches afiebradas de su pintoresca isla, ruedo de gente extraña y a veces violenta, que vivía carnavales pobres en entreveros de tangos y milongas, citas y despechos. Muchas fiestas populares hicieron historia en nuestro parque. El farolito de estilo bajo el cual estudiaba las materias del día siguiente, me enciende los sueños reincidentes por los cuales forjé el hombre que soy. 

No es lo mismo un parque con portones que sin ellos; como no lo es la casa con su puerta abierta o con la pena de su cerrazón por abandonos. Un parque sin portones es una ciudad sin lindes, una morada sin puerta o con una desesperadamente abierta; un territorio vanamente expuesto y engañosamente libre, una novela sin comienzo, una perpetua ausencia, sobre todo si el acceso al ensueño de un parque una vez tuvo portones. 

Es hora de que quien corresponda se interese por saber dónde fueron a parar los hermosos portales del Parque de Mayo, luego de su remodelación. Ni siquiera imágenes de ellos se encuentra. Es una palmaria deuda de las autoridades. No pueden haber desaparecido, eran demasiado grandes y bellos para que se perdieran por ahí.

 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.