El ex ministro de Economía Roberto Lavagna, al hablar recientemente en la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), afirmó que el actual gobierno abusa del poder, hecho que la ciudadanía percibe aunque no cuente con los detalles de la situación para poder hacer un análisis completo.

Hoy todos han comprobado que el tono discursivo del oficialismo es a veces confrontativo. Se recuerda cuando la presidenta criticaba al campo y decía ese "yuyito\’\’ para no nombrar la soja con cuyas retenciones se nutre la caja política. Hay situaciones críticas en varios países latinoamericanos. Cuando se observan, se llega a pensar que el exceso de poder, como el agravio, o la amenaza, conducen a una meta inesperada porque con el uso asiduo, el poder pierde fuerza. Los gobiernos son elegidos para que trabajen para el bien común, sin distinciones de ningún tipo, como ocurre en todas las democracias, salvo en países como Venezuela o Bolivia, donde el absolutismo justifica sus acciones.

Por ello Lavagna señaló en nuestro país a la presión del Poder Ejecutivo con respecto a los otros poderes del Estado y frente a los poderes provinciales, a la libertad de prensa. Esto es excederse en el ejercicio de las atribuciones legales perjudicando a quienes están en ubicaciones inferiores. Si aplicamos este concepto a los enunciados de Lavagna, se advierte que el país está comprometiendo su futuro porque para desandar lo andado se necesitan operaciones largas y siempre queda algún remanente de lo mal hecho. Todo ello se urde mientras se tiene el poder que es la facultad de obrar libre de todo impedimento.

En un contexto cultural histórico y verdadero -como lo ha tenido hasta no hace mucho la Argentina- esta situación se vive como un hecho insólito. La universidad y la escuela pública han sembrado por décadas ideas que se convirtieron en ideales y ese haber nacional muy preciado se ha proyectado a las instituciones y la ciudadanía.

Es necesario abogar por gobiernos que respeten la idiosincrasia y la historia del país, que tengan en cuenta el ejemplo de figuras políticas e intelectuales, que sepan ver en cada ciudadano el bastión de la patria común. Es el mensaje que está esperando la juventud.