Este balance tiene que ver con la intimidad, con preguntarse cómo me siento y en tener una respuesta satisfactoria para alcanzar, sobre todo a través de la convivencia, la facultad de la participación. Puede decirse que la convivencia es la base o fundamento de toda sociedad y que supone la voluntad expresa y decidida de unos individuos para vivir con otros, no contra ellos. La convivencia es el principio de la sociedad porque sin esta voluntad ninguna forma de organización social es posible: si aceptamos a los otros tal cual son vivimos bien, es la base de civilidad.

Se supone que es más fácil pensarlo y escribirlo que llevarlo a la práctica. Con muchos temas pasa eso pero no es un indicador de la inexistencia de un tema, de una meta y/o de un proyecto. Si se dice que la convivencia es el fundamento de toda sociedad se está en lo cierto y se descuenta que la persona apta una convivencia sin fronteras es una persona con buena voluntad.

Pero, y quizás, para otras consignas, la convivencia es el principio de la sociedad porque sin esta voluntad no es posible ninguna forma de organización social. Ello redime si se practica colectivamente, pero si no es así, demandará un trabajo cuando no sacrifico individual y colectivo.

Ese trabajo no tiene que ver con la felicidad de la persona interna pero sí con su bienestar interno.

Y aquí una anécdota ilustradora. Tiene que ver Indira Ghandi cuando siendo premier de la India, visitó la Argentina. En su agenda figuraba una visita al Museo de Bellas Arte Moderno para donar una sopera de su país. La directora del museo le dio la bienvenida y repitió varias veces la palabra felicidad ("la felicidad de teneros, porque como dijo Bodeler esa felicidad”). Indira la escuchó muy atentamente a través de su traductora. Y cuando terminó, le agradeció cortésmente y aclaró que "para nosotros la felicidad no existe, señora, para nosotros existe el bienestar interno”. Con esa frase dejó planteado no sólo un interrogante sino que reveló además un código de vida.

Cierto es que estas conductas pertenecen más al oriente que a occidente pero como se trata de conocimientos y de ciertos códigos de vida que se pueden realizar, ello conduciría a desacelerar al ser humano occidental que todo lo hace corriendo.

Tal vez ese análisis personal, hecho en silencio y sin fijarse metas, demuestre el campo íntimo de la persona mejor que nada. Por ahora, en una sociedad convulsionada, debemos verlo como un buen recurso para conservar el ánimo y pensar en la concreción de planes ajustados.