El portugués Cristiano Ronaldo ha obtenido el fichaje más caro en la historia del fútbol: 94 millones de euros. Todo tiene un precio, y más en el mundo del deporte. El jugador prevé ganar unos 23 millones de euros en la próxima temporada: 13 de salario del Real Madrid y 10 por publicidad.

Los precios los determina un mercado distorsionado que no refleja ni siquiera en lo más mínimo la realidad económica general. Periódicamente aparece un magnate que ofrece en el fútbol mucho más del valor real, elevando por tanto los valores. Ha sucedido en el pasado y acontece periódicamente en los diversos países, pero ahora en un mundo globalizado los millones que paga un club por un jugador pesan sobre otros, poniendo en dificultad al sistema deportivo.

Esto ocurre incluso en San Juan, donde los clubes carecen de las cifras inalcanzables que demandan los jugadores competitivos a nivel nacional. Se trata de cifras ofensivas en un cuadro económico de recesión. Son precios que contaminan el ambiente deportivo y falsean las competiciones, porque hacen evidente un desequilibrio entre los valores lógicos.

Lo advirtió el presidente de la Unión europea de las asociaciones futbolísticas (UEFA), Michel Platini, al proponer un límite a los gastos de los clubes y al precio que se debería pagar por la transferencia de los jugadores. Se puede estar de acuerdo o no, aunque resultará problemático concretar esta buena intención. El mercado futbolístico debería responder a criterios en línea con la economía real, aunque en un régimen de libre mercado, quien está dispuesto a invertir y seguro de poder obtener ganancias, se siente legitimado para hacerlo.

En una situación económica global que requeriría más sobriedad, existe el riesgo de potenciar una nueva espiral de precios elevadísimos, con el riesgo de que los cárteles de la droga o de asociaciones ilícitas, inviertan en el fútbol con el fin de lavar dinero. Este peligro fue evidenciado por la Organización para la cooperación y el desarrollo económico (Ocse), al lanzar señales de alarmas sobre infiltraciones de grupos mafiosos en el deporte.

Una reflexión adjunta merecen las recientes declaraciones de Pelé en Roma. Afirmó que: "Hoy un jugador desde muy joven comienza a jugar pensando en cuánto dinero podrá amasar. No le importa dónde va a jugar. Un jugador va al Real Madrid y besa la camiseta. Al día siguiente cambia de equipo y besa la nueva camiseta jurando amor eterno. En realidad aman sólo la paga de más. Y todo esto es peligroso para el futuro del deporte".