El 24 de abril de 1915 remite a la conmemoración y al recuerdo de las víctimas del genocidio sufrido por el pueblo armenio. En esa noche trágica las autoridades turcas detuvieron y asesinaron a alrededor de 800 intelectuales, líderes políticos y religiosos armenios iniciando así su plan sistemático para aniquilar al pueblo armenio.

Desde 1915 a 1923 el gobierno de los Jóvenes Turcos primero y la República de Mustafá Kemal Atatürk después, ejecutaron metódicamente el exterminio de más de 1.500.000 de inocentes hombres, mujeres y niños armenios. Había más de dos millones de armenios dispersos en el territorio del imperio turco otomano a principios de 1915. Los sobrevivientes se refugiaron en distintos países donde se crearon las comunidades armenias que han convivido y han aportado al desarrollo de cada lugar donde se establecieron durante estos 102 años.

La tercera etapa del genocidio fue la inmediata justificación y posterior negación de los crímenes cometidos. Imponer el silencio del mundo ante la existencia de tales hechos criminales y perpetuar la tarea del olvido bajo un manto de impunidad fue la obsesión del estado turco. Esta política continúa hasta la actualidad y es esparcida por sus representaciones diplomáticas que intentan obstruir todo avance hacia el reconocimiento universal del genocidio. Las persistentes políticas negacionistas fueron mutando hacia formas más sutiles como la compra de voluntades de intelectuales, políticos, diplomáticos, etc., o como la banalización y trivialización de los hechos históricos.

El poderío de Turquía y la gran habilidad de su diplomacia especialista en encontrar siempre cómo negociar con las grandes potencias la manera de ocultar y evitar las sanciones a sus crímenes contra la humanidad, (armenios, kurdos, sirios). No es el camino del odio el que debe estimular el Estado turco en su gente y en los países aliados, sino que debería impulsar la apertura a la revisión de su historia permitiendo la discusión y el debate sin censura ni persecuciones.

En 1965 fue Uruguay el primer país en reconocer y luego la sumatoria de muchos más… en 1984 el Tribunal de los Pueblos, en 1985 la Subcomisión de Derechos Humanos de la ONU, en 1987 el Parlamento Europeo, entre otros, la ley francesa en 2000, el reconocimiento del papa Francisco en 2015 y el de Alemania en 2016 exponen aún más la obsesiva mentira del Estado turco. Merece un párrafo aparte la Ley 26.199 de la Argentina declarando el día 24 de abril como Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos en reconocimiento del Genocidio Armenio cometido por el Estado turco entre 1915 y 1923.
Por el fallo federal de 2011 en el juicio contra el Estado turco, la Argentina es el único país que reconoce el genocidio armenio desde los tres poderes. Los diez años que se cumplen de esta ley y la adhesión a ella de casi todas las provincias ratifican el espíritu universal e irreversible, la consigna de nunca más a la intolerancia y la barbarie entre los pueblos. 

Cuidado con las precondiciones que quiere reflotar la política exterior turca ante los países que dieron el reconocimiento, intentando eludir la caracterización de genocidio y su ineludible impacto, porque se toparán con la fortaleza de los defensores de la memoria, verdad, justicia y reparación; y además caerá sobre ellos la interpelación de la política sobre DDHH que caracteriza a la Argentina en el mundo.

Como la conmemoración del cincuentenario en 1965 del genocidio cerró una etapa, la salida del luto interno de las comunidades armenias y los reclamos de sus derechos ante los crímenes que fuera víctima, el Centenario en 2015 marca una nueva instancia: la conclusión del debate que propone la política negacionista del Estado turco sobre el término de genocidio, probado de manera concluyente, y la necesidad de que asuma la reparación al pueblo armenio.

(*) Director Regional del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica.