Actualmente el hambre afecta a 1020 millones de personas, es decir está desnutrida casi la sexta parte de la población mundial, según un alarmante anuncio de la FAO, la agencia de la ONU para la Agricultura y la Alimentación.
El organismo planteó el tema, a modo de advertencia, en oportunidad de celebrarse en Roma la Semana Mundial de la Alimentación.
"Ninguna nación está libre y, como siempre, son los países más pobres y las poblaciones más desprotegidas los que más sufren", lamentó Jacques Diouf, director general de la FAO, a modo de un llamamiento global para asistir al más necesitado.
En un desglose por regiones, el informe concluyó que la mayor parte de las personas desnutridas en el mundo está en la región Asia-Pacífico (642 millones), seguida del Africa subsahariana (265 millones), de América latina (53 millones) y de la región que comprende Medio Oriente y el Norte de Africa (42 millones). Incluso en los países desarrollados hay 15 millones de personas con hambre.
Con este panorama por preocupante, unos 300 expertos debatieron en la capital italiana un programa con el tema "Cómo alimentar al mundo en 2050", ya que según las proyecciones de la ONU, la población del planeta pasará de los 6800 millones de personas actuales, a 9100 millones en 2050. El desafío es enorme, porque si en la actualidad la mayoría de las sociedades no logran abastecer a muchos de sus integrantes, cuesta admitir que puedan llegar a hacerlo dentro de 40 años, cuando en el planeta se sumen otros 2300 millones de habitantes.
Asimismo, sin descuidar lo que sucede en el resto del planeta, tampoco se puede soslayar el caso de nuestro país, que es totalmente paradigmático. Pocas naciones tienen la capacidad que tiene la Argentina para producir alimentos con tonelajes para exportar y abastecer al mercado interno a la vez. No obstante, millones de compatriotas se encuentran marginados, sobreviviendo en la pobreza e indigencia, porque no pueden cubrir sus necesidades más elementales.
En tiempos en que el mundo lucha por combatir el hambre, el Gobierno nacional mantiene un conflicto político irracional con el campo, de consecuencias nefastas para la producción agrícola y ganadera, con elevados costos sociales en términos de empleo, y con altas perdidas en las capacidades productivas del país.