Sobre la Avenida Rawson, frente al Hospital, supo haber una pizzería que se llamó "Apolo11" y fue durante muchos años la más concurrida de San Juan. Algunos de los modelos de autos de la época fueron diseñados con detalles de cohetes, sobre todo en los faros traseros redondos y tubulares que acompañaron a la marca preferida del momento. Por aquellos años también Elton John compuso uno de sus grandes éxitos, hombre cohete, Rocket Man, que intentaba describir las sensaciones y recuerdos de un astronauta. Simultáneamente se divulgaron fantasías sobre la supuesta falsedad de la hazaña en una de las tantas hipótesis conspirativas que hemos conocido. Así, de esa medida, fue el impacto mundial de la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969, sobre el límite de la recomendación de John Kennedy, el asesinado Presidente de USA, quien había emplazado a la joven NASA a concretar la aventura antes del fin de la década. Impacto global y local pese a que en muchos lugares, como San Juan, no hubo transmisión directa por TV. Impacto global que terminó disuadiendo a la impetuosa URSS de abandonar una carrera espacial que no podía ganar y anticipando que la Guerra Fría, aquel enfrentamiento indirecto de USA y URSS, se definiría en la pequeñez del átomo y en la infinitud del espacio. ¿Sirvió para la vida cotidiana aquella experiencia? No mucho. Unos años más tarde el Presidente Nixon canceló el costoso proyecto Apolo para reemplazarlo por otro más útil y barato, el del transbordador espacial que podía ser usado varias veces de ida y vuelta. Fuera del aporte al conocimiento de la física, que necesita como toda ciencia la verificación de las teorías, la mayor influencia fue a la política internacional. Clasificó como número uno indiscutido a un país por sobre todos los demás y cerró la competencia con el comunismo reduciéndolo a un mundo de ideas sin resultados. Ganó el debate sobre cuál sistema podía ser más creativo y eficiente en el desarrollo tecnológico. De hecho, esa competencia no se ha vuelto a abrir en ningún plano ni por ningún otro país o sistema económico o político. El cierre final sobre la cuestión de las ojivas nucleares, un temor que había quedado pendiente, lo hizo Ronald Reagan con el recordado "escudo galáctico" antimisiles a instalar también en el espacio. La parte política finalizó con la Perestroika, reestructuración llevada adelante por Mikhail Gorbachov, la caída del muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en sus países originales. Cada cual se encaminó hacia el sistema democrático y el capitalismo liberal, con una mayor iniciativa privada y una menor participación del Estado como gestor de la economía. Esa fue la visión estratégica del Presidente muerto, la de establecer de manera definitiva o por lo menos duradera el liderazgo de su país y su método, proeza grande para una nación tan joven, más aun comparada con la milenaria China o cualquiera de los pueblos europeos, africanos o asiáticos. La democracia, una herramienta rara para la Europa monárquica y la República con poderes divididos, extraña a los autoritarios, habían triunfado nada menos que con un símbolo inalcanzable, el hombre en la Luna. ¿Quién se anima hoy a competir en cualquier plano con Estados Unidos tanto sea desde lo financiero, cultural, tecnológico o militar? Las películas más vistas provienen de Hollywood, cuna también de todos los superhéroes, los movimientos artísticos más influyentes tienen ese origen o triunfan sólo si repercuten allí, no hace falta hablar de lo que significa Wall Street, la capital de la banca mundial. En su territorio residen la sede de las Naciones Unidas y las compañías más valiosas del mercado, Google, Facebook, Amazon, Apple. Nuestros niños mueren por una hamburguesa de Mc Donalds con una Coca Cola y lo más básico de todo, el dólar, es la moneda internacional de transacción hasta que se generalicen las monedas virtuales que tendrán también su base en USA. En el siglo pasado, tanto la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin o hasta puede que la Inglaterra de Churchill o el Japón de Hirohito soñaran con disputar alguna de las especies militares: aire, tierra o agua, pero no lo lograron. En el inicio de la centuria, el islamismo en su versión yihadista, de guerra santa, reinstaló la táctica de la guerrilla, que entre nosotros ensayaron en los "60 agrupaciones con distintos nombres y orígenes pero siempre fijándose como adversario al "demonio del norte". Aquella fue también una suerte de "guerra santa", mientras prevaleció la explicación de que todos nuestros males se debían al éxito de USA. Mucho tuvo que ver la teoría del centro y la periferia que diseñó el gran economista Raúl Prébisch desde la Cepal. El desarrollo de la tecnología ha descubierto rápidamente el error de pensar que lo que nos falta es porque alguien se lo llevó. La creación de riqueza desde el garaje de la casa paterna, raíz de los grandes conglomerados de la actualidad, es la evidencia de lo contrario. ¿Qué se llevaron Bill Gates o Mark Zuckerberg de algún otro lugar? ¿Qué materia prima que no fuera su imaginación se robaron? En estos días en que se recuerda el primer medio siglo de la llegada del hombre a la Luna, vale pensar que aquella visión de Kennedy logró elevar al límite la autoestima de su pueblo haciéndole creer que se puede animar a todo, ganar una guerra, volar más alto, arrasar en los Juegos Olímpicos, instalar la televisión y las computadoras como enseres domésticos, hacer que todos miremos para abajo a la pequeña pantalla del celular y conquistar la galaxia. Es la visión que nos ha faltado a los latinoamericanos que, con pequeñas diferencias, seguimos enfrascados en discusiones que ya nadie da. Por más que algunos no lo adviertan y las pizzerías hayan dejado de nombrarse Apolo 11, los autos no parezcan cohetes o Elton John esté cantando otras cosas, el liderazgo ganado con aquella idea que en su momento pareció exagerada, cumple ya 50 años, ha sobrevivido a algunos avatares y desaciertos y aparenta quedarse en la cima por muchos años más. Todo por la inspiración de un hombre que apenas superaba los 40 años.