Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo tuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan''. Jesús le contestó: Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre''. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en el instante todos los reinos del mundo, y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo''. Jesús le contestó: "Está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto''. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo''. Jesús le contestó: "Está mandado: "No tentarás al Señor tu Dios''. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión (Lc 4,1-13).


Las tres tentaciones de Jesús son las que experimenta el hombre desde siempre. La primera: que estas piedras se conviertan en panes. El hombre vive también de pan, pero no sólo de pan. El pan es una realidad sabrosa, pero más tierna y nutritiva aún, es la palabra de Dios. El pan es vida, pero más vida viene de la boca de Dios. El pan es indispensable, pero hay otras realidades que son más importantes aún: Dios, los afectos, las relaciones con los demás impregnadas de mansedumbre, la eternidad dentro nuestro cuando vivimos de la gracia y en su paz. Lo que nos hace vivir en la tierra es nuestra hambre del cielo. En la segunda tentación, el diablo propone: "póstrate delante de mí, sigue mis caminos, véndete a mi lógica y no te haré faltar nada''. Jesús ha dejado bien en claro que no es el poder prepotente el que salva al hombre, sino el amor humilde que se propone desde la Cruz con los brazos abiertos. En la tercera tentación, el diablo propone a Jesús tirarse desde el pináculo del Templo de Jerusalén y hacerse salvar de Dios por medio de sus ángeles, buscando el sensacionalismo. La respuesta de Jesús es que Dios no es un objeto al que hay que imponerle nuestras condiciones: es el Señor de todo. Lo que propone el demonio es un desafío abierto a Dios.


El nudo de las tres tentaciones que sufre Jesús es el de instrumentalizar a Dios. El Papa en su mensaje para la Cuaresma 2019, propone que así como Jesús entró en el desierto de la creación para que volviese a ser jardín de la comunión con Dios como era antes del pecado original, también nosotros abandonando el desierto del yo, convirtamos nuestro corazón en estos cuarenta días, en el lugar de unión con Dios, para luego ser agentes de comunión con los otros. Siempre está la tentación de poner a Dios en un ángulo de la vida, o donde no se "vea'', pero no en el centro. Es la tentación de creernos dioses y no reconocernos criaturas. En la historia de la humanidad hay testimonios ejemplares de quienes aún sufriendo horrores, no negociaron sus principios. Quisiera destacar la figura de Etty Hillesum, (1914-1943), una joven holandesa de origen hebreo, doctorada en jurisprudencia. Murió en el campo de concentración de Auswitch. Ante la barbarie, Etty se refugia en la religión, especialmente en la oración, y escribe: "Las amenazas y el terror crecen día a día. Me cobijo alrededor de la oración como un muro oscuro que ofrece reparo. Me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros del campo de concentración que te arruinan y te destruyen. Pero gracias al muro de Dios y de la oración, el otro muro no logra derribarme en la desesperación''. Inicialmente, Etty estaba alejada de Dios, pero lo descubre mirando profundamente en su interior y escribe: "Dentro mío hay un pozo profundo. Y Dios está allí. Algunas veces logro acercarme a él, otras veces está sepultado allí, cubierto por las piedras y la arena de mis faltas. Es necesario descubrirlo''. En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios en medio de la gran tragedia de siglo XIX, la "Shoah''. Esta joven frágil e insatisfecha, se transfiguró por la fe, no se dejó tentar por las proposiciones de los nazis para quedar libre y se transformó en una mujer plena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: "Vivo constantemente en intimidad con Dios''. Esta es la gran lección para vivir la Cuaresma: buscar la unión íntima con el Dios que golpea las puertas del alma, pidiendo permiso para que lo dejemos ingresar al centro de ese corazón que, a veces es desierto de piedra, pero que con Él pasa a tener la divina belleza de un jardín.