Invariablemente, la luna, día tras día nos muestra la misma cara, una cara llena de luz. Cuando niña, mi impredecible imaginación, atribuía cierta magia al fenómeno e inspiró alguno que otro verso de adolescente apurada por vivir. Con los años llegó el conocimiento formal y aprendí las causas. El movimiento de rotación de nuestro satélite demora en dar la vuelta sobre su eje, el mismo tiempo que tarda en su movimiento de traslación alrededor de la Tierra. Por eso siempre observamos la misma cara de la luna. La ciencia avanza, los conocimientos con ella y la humanidad progresa, cuando aquella no se desmadra, aunque no siempre llegue a todos por igual ni al mismo tiempo. Pero la obstinada lira no renuncia y nuestro refulgente satélite sigue inspirando la pluma y el pincel. Y no hay contradicción alguna en ello. El ser humano no es solo corporeidad ni sola razón, también es alma y con sus alas, vuela alto.

 

El lado alejado

Al igual que la luna, todos tenemos un lado no visto por los demás. Aunque, estrictamente hablando, el único lado oscuro de la luna es aquel que no apunta al sol en un momento determinado. En realidad, más que "lado oscuro" es un "lado alejado" del astro sol. Como sea, creo que todos tenemos una zona en penumbras. Sí queremos ser más exactos filosóficamente hablando, podríamos decir: un lado alejado del bien. Nuestra vida moral tiene su propio centro de radiación que refleja luz o sombras en nuestras acciones. Mientras más nos alejamos del bien, más penumbras entrará a nuestra alma. El bien que es ser y luz nos atrae con la misma fuerza de gravedad que ejerce la Tierra sobre los objetos. Y en esta eterna lucha entre el mal y el bien, la persona va creciendo en humanidad. Nunca olvidemos que, si bien tenemos alas nuestra vasija sigue siendo de barro.

Declaración de domicilio

La metáfora sobre la luna y el lado oscuro de la vida, no debe interpretarse como un rechazo a la lucha entre lo bueno y lo malo que consume gran parte de nuestra vida interior. Por el contrario, soy de las que piensan que nuestra historia, en gran medida, se desarrolla en el lado desnudamente humano de la vida. Aún no habito en el lado lleno de luz. Pero tiendo a ello por el influjo universal que ejerce el fin último en nuestras vidas. Desde la fe cristiana tengo la certeza de que la muerte solo es un paso necesario para alcanzar aquella meta. Entonces, el alma tendrá otro domicilio que será eterno. Claro que, en mis días más oscuros le pido a Dios fuerzas para cruzar el umbral. Sé que la muerte física no es mi enemiga. Tampoco lo es el cáncer que me dejará tarde o temprano en su antesala. La lucha es con uno mismo. Y lo primero, creo yo, es reconciliarnos con nuestra propia historia. Mientras tanto, "vivo en el lado pobre de la vida donde nadie te lleva por delante montado en supervidas importantes", como tan bellamente expresa en su canción, el sacerdote salesiano Eduardo Meana (Declaración de domicilio) Hace poco le escribía en tono jocoso a un amigo, sobre algunas cosas que me quedaron de mi época de joven rebelde y atea. Con mucha sabiduría sobre la riqueza de lo humano, me contestó: "A muchos nos queda un lado ateo en la vida y que es bueno valorar". Tal vez saber lo que es vivir sin Dios, me haya ayudado durante tantos años a compartir mi fe, de una manera paciente y en espera. Nunca más cierto el poema de Francisco Bernárdez: "sí para recobrar lo recobrado, debí perder primero lo perdido, tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado (Soneto: "Sí para recobrar lo recobrado")

 

Por Miryan Andujar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo