¿Qué es el populismo? En su reciente libro “El populismo en Argentina y el mundo”, el ex titular del Banco Central y ex ministro de Economía durante las dos gestiones del peronista Carlos Menem, Roque Fernández, ensaya algunas descripciones que nos son conocidas y que ya fueron descriptas con otro nombre por Platón en “La República”, libro escrito unos 400 años antes de Cristo. Prodigalidad económica, irresponsabilidad administrativa y política, clientelismo, capitalismo de amigos, administración fraudulenta de los recursos del Estado... todo lo mismo que el griego resumía en la palabra ‘demagogia‘. Aunque, siendo estrictos, en sus orígenes demagogia significaba arte de conducir al pueblo ganando su favor, lo cual no tenía que ser obligadamente negativo sino que ello dependía de la persona, pero la aparición moderna de conductores como el ‘duce‘ Mussolini y otros de igual calaña, le han dejado al término más la similitud del pastor que arrea el ganado. No el conductor que se pone al frente de la tropa sino el que va detrás ‘haciendo lo que el pueblo quiere‘. El populista moderno sigue usando, como arma, la dicotomía amigo-enemigo para la perpetuación de una elite gobernante privilegiando siempre insatisfacciones inmediatas de sus seguidores antes que objetivos de largo plazo. En su excelente ensayo ‘La inteligencia emocional‘, el psicólogo Daniel Coleman relata sobre una experiencia realizada en USA: en la enseñanza inicial, el que nosotros llamamos ‘jardín de infantes‘, se dio a los pequeños la opción de comerse dos dulces de una vez o uno solo y muchos más, al final de la clase. Al paso de los años, se comprobó que los chicos que eligieron contener la ansiedad esperando el final, terminaron carreras universitarias y lograron mejores resultados en sus vidas que aquellos que prefirieron comer dos en el arranque. En realidad, es lo mismo que quedarse un sábado por la noche para estudiar el parcial del lunes o salir de fiesta con los amigos y disfrutar el momento sin que importe demasiado el futuro. El que se queda estudiando espera terminar una carrera, ganar dinero más adelante y recién entonces disfrutar de la vida. El que sale de juerga, disfrutará de los mejores años que son los de la juventud y casi seguro deberá padecer necesidades en la ancianidad. Las sociedades necesitan más a los segundos que a los primeros. Muy buen ejemplo y sencillo dado por el Presidente en la Asamblea Legislativa, el de la familia que prefirió no salir de vacaciones para conectar cloacas y agua corriente. Es de gran preocupación la tendencia actual a lo efímero e instantáneo que se refleja en nuestro vocabulario y en la cada vez más masiva costumbre de hablar en lugar de escribir y de escuchar en lugar de leer. Apenas apareció internet sopló la esperanza de que volviéramos a escribir las viejas cartas ahora con el formato del e-mail, el correo electrónico. Hermosos diálogos y discusiones se dieron durante un tiempo pero la ilusión duró pocos años hasta que aparecieron las redes sociales, sobre todo Whatsapp y Twitter. Ambas aplicaciones, sobre todo Twitter, limitan el número de caracteres por lo que hasta el Papa se ve obligado a emitir sus reflexiones y consejos en no más de 120, para lo cual hace falta una gran capacidad de síntesis y a veces el uso inadecuado y abusivo de símbolos confusos e imprecisos para la interpretación. En Whatsapp la gente está dejando de escribir para mensajearse con grabaciones orales que generalmente se hacen mientras se camina.

El reemplazo de los símbolos que son las letras y a su vez las palabras que ellas forman, va reduciendo nuestra capacidad de abstracción y dentro de poco volveremos a señalar las cosas con el dedo, como suponía García Márquez hacían sus personajes de aquella prehistórica Macondo en Cien años de Soledad. Campo fértil para dictadores y demagogos populistas porque para entender algunas realidades hace falta cierto grado de complejidad, el prolijo análisis de la lectura y relectura y no solo el pantallazo de una buena foto. La pasión derrotando a la razón. Cuesta entender que haya alguna gente (bastante) que siga defendiendo al chavismo venezolano, no en Venezuela, que uno entiende que esa población está dentro de una trampa, sino aquí, entre nosotros. Dictadores execrables como Chávez y Maduro, dispuestos a ejercer el terror desde el Estado mandando a sus FFAA a disparar contra su pueblo, necesitan de una manada de ovejas ignorantes a las cuales puedan conducir a cualquier lado. Felizmente, en esa especie de vaivén de nuestra realidad latinoamericana, la historia parece inclinar el otro platillo de la balanza en Perú, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Argentina extrañando la posición ambigua de Uruguay, otrora un ejemplo regional de institucionalidad.

Preocupa el concepto de ese bonaerense que pidió a Macri ‘hagan cualquier cosa‘, dando a entender que no importa qué, sino que le den una solución inmediata como sea. Esto implica que el hombre está convencido de que es el gobierno de turno quien le tiene que solucionar el problema y que aceptaría ‘cualquier cosa‘ para salir de su actual situación. Macri cometió el error grave de no explicar con lujo de detalles la situación que dejó el gobierno de Cristina (no el de Néstor que fue otra cosa). Mucha gente está convencida de que el problema fue la corrupción que, siendo cierta, no debió ocultar el desastre de la gestión. Tenemos la suerte del ejemplo venezolano, ese era nuestro destino de haber seguido todo como venía, no nos olvidemos. Ahora Macri pide que vuelva una ‘normalidad‘ tanto económica como institucional, es decir, no tratar de inventar la pólvora sino solo hacer lo que hace todo el mundo. El problema es que hay una duda estadísticamente importante sobre que el pasado pueda volver, el Presidente y su gobierno dejaron pasar mucho tiempo sin corregir los vicios de la demagogia que, al parecer también a ellos los atacaron. Estos vicios de empresarios que fundaron sus proyectos en su amistad con el Estado, que se valieron de sindicalistas tentados por la corrupción, en precios de insumos subsidiados con el impuesto de los ciudadanos y otros beneficios que no estaban disponibles para todos, siguen estando latentes y a la espera de nuevas oportunidades. En su mensaje de apertura de sesiones ordinarias de Congreso se percibió al Presidente menos temeroso de la oposición, un temor que tenía, al principio de su mandato, la lógica de estar obligado a gobernar en minoría. Debemos volver a la abstracción a la belleza de las palabras y los números escritos para no tentar al Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.