Un informe de la Cátedra de Farmacología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), denuncia que unas 21.800 personas mueren en el año por el uso incorrecto de los medicamentos. La polifarmacia -tomar simultáneamente seis o más remedios-, y la automedicación, son las principales formas del mal uso de los medicamentos.

Una consulta de la Universidad Maimónides y del Instituto Argentino de Atención Farmacéutica, realizada a 3.000 pacientes y 400 farmacéuticos, mostró que el uso de los medicamentos sin el control médico conduce a 100.000 internaciones anuales en hospitales públicos. Se calcula que anualmente las farmacias del país venden alrededor de 17 millones de blísteres y entre 12 y 14 millones de envases de tranquilizantes, un consumo que aumenta por la autoprescripción. Un factor predisponente nada desdeñable, es la publicidad de medicamentos en la vía pública y en distintos medios, tanto como la oferta que se registra en las góndolas que incitan al consumo por impulso.

Entre los mayores abusos se señalan a los antiinflamatorios, antiácidos, antibióticos, anticonceptivos, sedantes y los corticoides. Con justa razón, los farmacéuticos se oponen a la venta de medicamentos fuera de los circuitos normales. Este grave problema sanitario y social implica 30 millones de medicamentos por fuera del circuito legal. Por eso enfatizan la necesidad de consultar a los médicos y a los farmacéuticos mismos, cuya preparación profesional es suficiente como para dar orientaciones básicas a los pacientes.

Una droga tan valiosa como la aspirina, de la cual se usa y se abusa de manera preocupante, es capaz de generar graves problemas gástricos cuando se la toma en exceso o sin precauciones elementales, como ingerirla sin un acompañamiento para impedir o mitigar sus efectos irritativos. Pero también las farmacias no solamente no respetan muchas veces la obligación de reclamar las recetas correspondientes, sino que omiten en numerosos casos la exigencia del duplicado para archivar. Por cierto que estas prácticas pueden estar ligadas al consumo de drogas que forman parte de algunas adicciones típicas.

No existen campañas organizadas destinadas a poner en conocimiento del público estos problemas y evitarlos. No costaría demasiado ponerlas en práctica, emulando lo que se ha hecho contra el cigarrillo y el alcohol.