Pensar en los niños que pasan necesidades es un deber.

Hoy he salido a interrogarme, a verme en el azul del cielo, y a preguntar por mi estrella. Estoy harto de caminar sin rumbo, de que me desorienten y deslumbren aquellos que buscan los honores aquí abajo, de vivir atrapado por la idiotez de la sinrazón, y por el calvario de la mundanidad. Ciertamente, necesito liberarme de tantas mentiras sembradas, de tantos agobios sufridos, de tantas soledades vividas. Ojalá encuentre la ternura que vierte la mirada de un niño, viva la sabiduría de los ancianos, disfrute del equilibrio y generosidad del orbe.


A veces pienso que todo parte de nosotros. Sea como fuere, uno de los mejores regalos que podemos darnos, cada cual consigo mismo, es ofrecer el perdón a quien nos ha ofendido, celebrar el encuentro, dedicarle tiempo a una persona que pide nuestro auxilio, cuidar a un enfermo, visitar a los que están entre rejas. Por eso, uno ha de darse siempre y ha de recogerse en el momento preciso, para hacer examen de los pasos dados. Por tanto, la prueba más clara de estar fuerte en el vivir es saber amar y, en el recuento de lo amado, radica el gozo.


En cualquier caso, aún en medio de las adversidades, hemos de perseverar serenos por dentro. Como aquellos Magos de Oriente, que se pusieron en camino, yo también me acabo de poner a mirarme y a verme, nada de extraordinario a simple vista, pero de pronto me observo que estoy sumido en el derroche, y que este desperdicio por parte de algunos, es alimento vital para otros. Olvidamos que cuando no cooperamos entre sí, todo se nos derrumba. También la estrella que buscamos deja de abrazarnos. Sin duda, hoy más que ayer, nos hace falta salir de nosotros mismos, dejarnos acompañar, acrecentar la comprensión y la compasión, coexistir desviviéndonos por ese número récord de personas que se mueven en busca de seguridad y protección. Esta triste realidad, lo que nos indica, es que tenemos que recobrar otro espíritu más humanitario. Asimismo, hay que fortalecer la confianza entre semejantes, en una época en que inconcebiblemente muchos niños se mueren, porque no tienen suficiente comida. Esto es indignante. Este comportamiento suicida tiene que terminar al instante. En su fecha, ya los Magos, no quisieron proseguir por su camino. Reniegan de Herodes. Dejan de ser aliados de aquel soberano poderoso y a la vez cruel. Al presente, también nosotros, hemos de desatarnos de tantas esclavitudes y desentendernos de la avaricia de los poderosos de este mundo, para transformar el planeta en una morada colectiva, donde gobierne la tolerancia y el respeto hacia toda existencia.