El mundo necesita pensarse unido en la solución de los grandes problemas de la humanidad, no sólo para superar en conjunto las graves contingencias presentes sino para garantizar el tránsito hacia los mejores tiempos anhelados. Es el determinismo que le permite al hombre advertir que desde su inalienable voluntad transformadora puede albergar la idea de revertir los problemas y abrir la huella insondable cuyo protagonismo le da sentido a la vida.

La era de las comunicaciones, sustentada por a su tecnología admirable, hizo realidad una globalización que minimizó distancias siderales, posibilitando conocer tanto las culturas como y las inquietudes del ciudadano común en lugares remotos y hasta hacernos parte de sus sentimientos.

Cuando conocemos inmediatamente el pensamiento del otro, en realidad lo que descubrimos es su cercanía y podemos, entonces, experimentar las mismas vivencias. Significa que el Planeta Tierra que nos ha sido dado por la magnificencia del Creador, ya no es tan grande y podemos estar en él con nuestra activa y dinámica presencia que no es casual, sino que encuentra en su casualidad la muestra cabal que, si estamos más cerca, es porque nos necesitamos y nos necesitaremos cada día más.

Las crisis de unos es la crisis de todos. Superar los desatinos de la insensatez es el compromiso que debe asumir el hombre desde la inteligencia, para que los beneficios de unos sean también los beneficios de todos. En este diciembre que comienza, colmado de reflexiones, globalicemos el pensamiento común de un mundo que ha empequeñecido. Será el modo fecundo de conceptualizar, a cambio, que se ha agigantado la grandeza humana.