La renuncia al trono del rey Alberto II de los Belgas, conocida hace algunas semanas, en realidad tuvo poco de sorpresa porque de ello se venía hablando desde el mismo momento de la muerte de su hermano y antecesor, el ex rey Balduino, en 1993. Precisamente, Felipe, el nuevo rey, y hasta ahora primogénito heredero de la católica Casa Sajonia-Coburgo y Gotha, comenzó a ser preparado para reinar por su tío Balduino que no tuvo descendencia de su esposa, la ex reina Fabiola de Mora y Aragón, aún protagonista de un lugar de privilegio en la Casa Real. Por ello, imaginó ser monarca desde su adolescencia, a pesar de que al nacer, el 15 de abril de 1960, en el palacio Belvédère de Laeken, su padre Alberto de Lieja, no era todavía rey. Así, en tiempos de Balduino y cuando Felipe cumplió 18 años, se afirmó en medios cercanos a la Casa Real, que si un día el entonces rey abdicaba, lo haría en su sobrino Felipe y no en su hermano Alberto, legítimo sucesor. Por ello, la renuncia de Alberto II, que ahora acaba de concretarse, es un tema que surgió varias veces en los últimos veinticinco años.

Recuerdo que la prensa europea bautizó al joven Felipe (de nacimiento Felipe Leopoldo Luis María) como "’el príncipe triste”, porque tardó en conocérsele novia y contraer matrimonio. Tímido e introvertido, tras casarse a los 39 años, en 1999, con Matilde d"Udekem d"Acoz, de origen noble y ahora reina Matilde, tuvo tres hijos, herederos directos de la línea dinástica iniciada por el primer Rey de los Belgas, Leopoldo, príncipe de Sajonia-Coburgo y Gotha, Duque de Sajonia, elegido el 4 de junio de 1831. Junto a Felipe de España, príncipe de Asturias, era hasta ahora uno de los herederos mejor preparados intelectualmente de Europa.

Fue un caluroso 31 de julio de 1993 cuando el príncipe Felipe de Bélgica sintió por primera vez muy cerca su llegada al trono. Ocurrió que Balduino sufrió una grave indisposición que acabó con su vida, mientras se encontraba de vacaciones junto a Fabiola, en la granadina localidad de Motril, España. Quienes pudimos estar presentes, como periodistas, en las ceremonias fúnebres previas al traslado del cuerpo regio a Bruselas, supimos de la profunda tristeza del joven príncipe Felipe. Había muerto un padre para él. Sin embargo, la pronta exaltación de Alberto al trono hizo que se postergara la comentada coronación de Felipe, como hubiera deseado el difunto monarca. Se creyó siempre que Alberto, no había tenido una vida a la altura de Balduino, especialmente porque su esposa y madre de Felipe, la ahora ex reina Paola Ruffo di Calabria (de la italiana Casa de los Condes Gazella de Rossana y de Sebastiano), protagonizó, igualmente que su esposo, con fama de playboy, supuestas situaciones de mutuas infidelidades que fueron ampliamente abordadas por la prensa sensacionalista. Precisamente, un reciente libro del belga Fréderic Deborsu, "’Cuestiones reales”, aireó problemas de la familia real, y en particular de Felipe, considerado con poco carácter para asumir tan alto reto institucional.

Una de las cuestiones más difíciles que cada tanto afloran sobre la pacífica vida de Bélgica es la eterna confrontación entre flamencos y valones que Balduino supo controlar cuando surgían las voces separatistas. Hasta ahora también Alberto II lo había logrado no sin inconvenientes, y se sabe que es uno de los desvelos del nuevo rey Felipe. No obstante, las encuestas de popularidad no son buenas para el flamante soberano, de 53 años, que no contó en su austera ceremonia de coronación con ningún miembro de las restantes monarquías parlamentarias de Europa. Algo muy curioso en el comienzo de reinado del séptimo monarca en la historia de Bélgica.

(*) Periodista. Autor de "’Vida de Reyes”, Emporio Ediciones, Córdoba.